Juan Cárdenas Arroyo, el pintor y caricaturista que desnudó el poder en Colombia

Autorretrato en sombra. 1972. Óleo sobre lienzo. 62 x 77 cm
Autorretrato en sombra. 1972. Óleo sobre lienzo. 62 x 77 cm.

 

A finales del año pasado, el “pintor con personalidad de caricaturista” —como alguna vez lo llamó Álvaro Medina— dejó de “estirar la verdad”, de crear laberintos pictóricos y de reconstruir, trazo a trazo, la Santafé del siglo XIX. El 15 de diciembre, su esposa, la también pintora Mónica Meira, comunicó al mundo la partida del maestro Juan Cárdenas Arroyo.

En vida recibió la Orden de Boyacá, en el grado de Caballero, como reconocimiento a su trayectoria artística. Se fue tranquilo, dejando obra y confiando en unos pocos buenos amigos. Esta vez no hubo grandes despedidas ni un día de luto nacional decretado por el Gobierno. Hubo pequeños homenajes, alguna que otra noticia y sutiles mensajes de esos pocos amigos y admiradores en redes. Cada quien lo recordó a su modo, exaltando su obra, su personalidad o ambas.

Pocos lo recordaron como aquel caricaturista que, durante el Frente Nacional, burló líneas editoriales y limitaciones de composición, técnica y formato en periódicos y revistas. También, casi nadie evocó al hombre que llegó a ser preso por una caricatura. Vladdo, por ejemplo, lamentó su muerte sin referirse a esa faceta.

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El Frente Nacional: defensa de la democracia y lucha por el reconocimiento artístico

Mientras periódicos y revistas defendían la democracia e intentaban impedir el regreso del general Rojas Pinilla, Cárdenas luchaba por hacerse un nombre en la escena artística. A diferencia de su hermano Santiago, no contó con la misma fortuna y, recién llegado de Estados Unidos, se dedicó a la caricatura política: primero en La República, luego en El Espacio, más tarde en El Tiempo y finalmente en Flash: fogonazo informativo.

Además de esa trayectoria poco común, su caso fue excepcional por la manera en que entendió la caricatura. Antes de dar exclusividad a un medio, procuró crear series temáticas, criticando y denunciando un asunto a lo largo de varias caricaturas. Era, también, un fiel admirador de Thomas Nast, el inmigrante bávaro que Abraham Lincoln llamó “el mejor sargento de reclutamiento de la Unión” y que, desde Harper’s Weekly y el Times, desenmascaró las maniobras corruptas de la “camarilla del cacique Tweed”. Gracias a esas imágenes, Tweed fue procesado, condenado y capturado nuevamente en España tras su fuga.

Caricatura de una vaca flaca ordeñada por políticos a ambos lados
“Mientras los magistrados magistran, los congresistas congresan”: la vaca-país ordeñada por todos los poderes del sistema político colombiano.
Caricatura de estudiantes arrastrados por una yunta de vacas con libros colgando
La FUN convertida en enemigo interno: estudiantes caricaturizados como manada dócil frente al orden del Frente Nacional.
Caricatura con un panel lleno de armas, látigos y bombas etiquetado como implementos para solucionar huelgas
“En Latinoamérica”: catálogo de garrotes, perros, bombas y cañones para “solucionar” huelgas a punta de fuerza.
Caricatura que parodia el escudo nacional colombiano con autos, dinero y barcos piratas
Escudo nacional parodiado: la caricatura con la que Cárdenas satirizó el gobierno de Guillermo León Valencia y terminó detenido en el DAS.
Autorretrato de Juan Cárdenas con cuerpo animal y patas de ave
Autorretrato de Juan Cárdenas: del papel al taller, el artista se dibuja a sí mismo como criatura híbrida para explorar su propia animalidad.
Dos políticos observan un eclipse y uno lo llama sabotaje comunistoide clásico
“¡Es un sabotaje comunistoide clásico!”: sátira al uso amañado de la palabra “comunista” para deslegitimar cualquier protesta.

Caricatura, censura y enemigos de la democracia

La sátira del escudo nacional, por la que Cárdenas pasó unas horas en los calabozos del DAS, fue el cierre de una serie publicada en La República y El Espacio. En ella el protagonista era Guillermo León Valencia, entonces presidente conservador, adverso a cualquier crítica. A través de este tipo de imágenes, Cárdenas intentaba ser libre e independiente de líneas editoriales y órdenes temáticas. Sin embargo, no siempre podía lograrlo. Así lo contó en una entrevista:

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“Me recibieron en El Tiempo. El director me dijo que hiciera lo que quisiera. Sí, claro… Si hacía algo que no les gustaba, no la publicaban. La archivaban. ¿Qué iba a hacer yo? Me quedaba callado. En El Espacio tenía mucha más libertad”.

De este modo, el tránsito de El Espacio a El Tiempo no fue casual. Sus caricaturas hacían parte de una campaña de sátira más amplia, compartida con otros colegas: la defensa de la democracia colombiana —o del Frente Nacional, entendido como sinónimo— frente a sus enemigos: el comunismo, el golpismo, el bandolerismo y los agitadores. Para muchos, todos aparecían como amenazas equivalentes, incluso como extensiones unos de otros.

En esa lógica, la FUN (Federación Universitaria Nacional) se convirtió en blanco recurrente. Según esos medios, la influencia extranjera —comunista— la motivaba, y sus protestas respondían solo a deseos de destrucción. Por eso, tanto El Espacio como El Tiempo representaron al estudiante como un ser primitivo, irracional e incivilizado, anulándolo como interlocutor político. El “nosotros” —los amigos de la democracia y del Frente Nacional— se erigía así como única legitimidad.

Estudiantes, FUN y el enemigo interno

Esa narrativa justificó la mano dura. No obstante, ese fue un límite que Cárdenas no cruzó. Su liberalismo excedía al del Partido Liberal, al de esos diarios y al del propio Frente Nacional. Desde adentro de ese “nosotros”, denunció el método latinoamericano para resolver huelgas —impuesto por Onganía en Argentina y replicado por Lleras Restrepo en Colombia— basado en garrote, cañones, perros, bombas, espadas, trampas, látigos y rifles.

Pretendía demostrar lo contrario, pero la democracia frentenacionalista, en ciertos rasgos, se parecía al golpismo al que combatía. Poco a poco Cárdenas se convirtió en uno de sus contradictores: quien hacía visibles sus inconsistencias. Su postura, más que rebelde, fue crítica.

En un artículo excepcional para la revista Lámpara, reproducido luego en El Tiempo, definió así el deber del caricaturista:

Criticar los defectos de sus amigos o partidarios. Esa es la actitud más saludable para la sociedad y la que requiere más coraje y mayor sentido ético”.

A partir de esa declaración, además, atacó vicios como el uso amañado de las palabras “comunista” y “socialista”, y los dos monstruos que —según él— aún padecemos: el Congreso y la burocracia, alimentados por políticos a quienes dio forma animal. De esta manera recreó la Colombia política de los sesenta y setenta: una pesadilla goyesca, ese “sueño de la razón”.

Juan Cárdenas Arroyo, del papel al taller

Caricatura de un congresista visto a través de una lupa
Los cambios de gobierno en el Frente Nacional: de Guillermo León Valencia (“el de las fauces”) a Carlos Lleras Restrepo, y de Lleras Restrepo a Misael Pastrana.
Portada de la revista Flash con un montón de políticos amontonados como una criatura informe
El monstruo del Congreso y la burocracia: masa de políticos que encarna los vicios del poder en el Frente Nacional.

 

Humor y la mirada crítica de Juan Cárdenas Arroyo

Después de Flash, ninguna hoja pudo soportar esa intensidad crítica. Cárdenas terminó refugiado en su taller, donde conjugó la caricatura con la pintura y la convirtió en parte de su lenguaje pictórico.

No siempre estamos dispuestos a vernos a través de los ojos del otro, a aceptar nuestra dimensión animal y nuestras imperfecciones. Sin embargo, Cárdenas nos invitó justamente a eso. Como escribió en Lámpara, si el hombre fuese realmente “la obra maestra de Dios”, la caricatura no tendría razón de ser.

Caricatura, cuerpo e imperfección social

Con sus imágenes, Cárdenas nos animó a apreciar nuestras imperfecciones como sociedad y a dejar que la razón despertara. Además, propuso burlarnos de nosotros mismos y descubrir la potencia creativa de aquello que nos pesa. En más de una ocasión se prestó como motivo pictórico para explorar su propia dimensión animal y mostrarla sin vergüenza como parte de su humanidad.

Figura alada monstruosa saliendo de la espalda de un hombre de traje en una obra de Juan Cárdenas Arroyo
Una de las obras pictóricas de Juan Cárdenas Arroyo, donde la caricatura se mezcla con la memoria histórica.

 

Finalmente, su lucha por el reconocimiento artístico —a propósito y a pesar de la caricatura durante el Frente Nacional— fue estudiada en un libro en el que participó activamente y que contó con su lectura y aprobación: Democracia y gobiernos de facto. El problema del otro en la caricatura de Juan Cárdenas (Editorial Universidad del Rosario, 2023) .

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Preguntas frecuentes sobre Juan Cárdenas Arroyo

¿Quién fue Juan Cárdenas Arroyo?

Fue un pintor y caricaturista colombiano que retrató la Santafé del siglo XIX y la política del siglo XX con una mirada crítica y satírica. Su obra combina el rigor del dibujo académico con la libertad corrosiva de la caricatura.

¿Por qué se habla de su “personalidad de caricaturista”?

Álvaro Medina lo describió como un “pintor con personalidad de caricaturista” porque, incluso en su pintura, Cárdenas mantuvo la agudeza, la ironía y el gusto por deformar la realidad propios de la caricatura política.

¿En qué medios publicó sus caricaturas?

Trabajó como caricaturista político en La República, El Espacio, El Tiempo y la revista Flash: fogonazo informativo, donde desarrolló campañas de sátira contra el poder político de su época.

¿Por qué fue detenido por una caricatura?

Una sátira sobre el escudo nacional, en la que aludía al gobierno de Guillermo León Valencia, le valió varias horas en los calabozos del DAS. El episodio ilustra la tensión entre humor político y censura en pleno Frente Nacional.

¿Qué libro estudia su obra como caricaturista?

Su trabajo durante el Frente Nacional es analizado en el libro Democracia y gobiernos de facto. El problema del otro en la caricatura de Juan Cárdenas, publicado por la Editorial Universidad del Rosario en 2023.

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