La filósofa española Marina Garcés habla de su libro ‘Escuela de aprendices’, donde reflexiona sobre la educación de hoy y su futuro. Una publicación que culminó cuando el planeta estaba en pleno confinamiento y mandaba la virtualidad.
La pensadora catalana durante una charla. Foto: Julio Albarrán
Marina Garcés publicó, en 2020, Escuela de aprendices, un libro sobre la educación, lo que significa, sus desigualdades y cómo queremos ser educados, entre otras reflexiones.
Algún crítico lo definió como “una defensa radical de los maestros, de la escuela y del aprendizaje».
Los toques finales del libro coincidieron con la pandemia y el obligado confinamiento; surgieron, entonces, otras consideraciones sobre la virtualidad y el futuro, que quedaron registradas en el que es ya su décimo libro.
Otras de sus publicaciones son Un mundo común (2013), Filosofía inacabada (2015) y Nueva ilustración radical (2017).
Marina Garcés habló con LA RUEDA SUELTA sobre Escuela de aprendices.
LA RUEDA SUELTA: Aunque no es un tema explícito en su libro, la coyuntura del Covid obliga a hacerle algunas preguntas relacionadas.
¿Cuál será la transformación más grande que sufrirá la educación por culpa la pandemia?
Marina Garcés: El impacto más directo de la pandemia sobre la educación ha sido la experiencia de lo que puede ser una sociedad sin escuelas. O con las escuelas cerradas. Para algunos, esta situación ha mostrado la importancia de los centros educativos como espacios de convivencia, de cruce de mundos, de base para la igualdad… Para otros, en cambio, esta situación ha sido vista como la gran oportunidad de la educación online, y no sólo online, sino basada en determinadas plataformas y, por lo tanto, en el producto de ciertas corporaciones. Está por ver cuál de estas dos visiones tendrá más impacto y consecuencias en los próximos tiempos.
LA RUEDA SUELTA: ¿Qué balance haría de la educación y de la virtualidad? ¿Pierde o gana el establecimiento? ¿Pierden o ganan los aprendices?
M.G.: El problema es que llamamos virtualidad a una experiencia muy limitada de lo que las tecnologías digitales nos pueden ofrecer: limitada por determinadas plataformas, creadas por un número limitado de corporaciones y con una concepción también muy restringida de cómo podemos relacionarnos unos con otros. La virtualidad no es mala y no sólo es tecnológica.
LA RUEDA SUELTA: ¿Por qué?
M.G.: Toda la historia de la cultura se basa en la invención de diferentes formas de virtualidad, es decir, de comunicación o relación que no se da bajo la forma de la presencia inmediata: la pintura, la representación, la escritura, etc. Pienso que hay que incorporar las tecnologías a esta historia y ser con ellas tan creativos y tan críticos como lo hemos sido con otras formas culturales.
El conocimiento no se acumula contra la ignorancia
LA RUEDA SUELTA: Ha sido una dura prueba para el capitalismo, que suele controlar la educación…
M.G.: Pienso que en este sentido la pandemia ha sido una gran oportunidad para la educación neoliberal y basada en la tecnología privada de las grandes corporaciones. Se ha sustituido rápidamente el tiempo y el espacio comunes por un acceso individual y restringido a un entorno que genera datos, beneficio y negocio.
LA RUEDA SUELTA: ¿Y para dónde va?
M.G.: La educación está transitando muy rápidamente hacia la sustitución de la institución por parte de la corporación, de la disciplina colectiva, con todas sus servidumbres, a la captura clientelar individual, que es otra forma de servidumbre.
LA RUEDA SUELTA: ¿Pero cómo dejaría de ser la educación un gran negocio?
M.G.: La educación pública, universal y de calidad, si realmente lo es, no puede ser un negocio. Por definición. ¿Quién podría beneficiarse de ella si fuera realmente un bien común gestionado de forma pública?
LA RUEDA SUELTA:¿Usted cree en eso de «porque mi papá quiso que me educara, nunca me envió a un colegio». Es decir, el hombre puede ser educado al margen de lo establecido y qué clase de hombre sería?
…educar no es una profesión técnica, sino un compromiso ético, social y político
M.G.: Paradójicamente, una afirmación de este tipo es hoy una expresión de privilegio. Seguramente siempre lo ha sido. Los ricos se han educado siempre en sus casas o en escuelas privadas y pensadas para ellos, que viene a ser lo mismo. Quienes necesitan un sistema educativo consistente son precisamente las clases que no tienen acceso, por sí mismas, a la cultura y a las profesiones cualificadas.
Marina Garcés nació en Barcelona y, actualmente, dicta clases en la Universidad de Cataluña. Foto: Hay Festival.
LA RUEDA SUELTA: ¿Por qué, como lo plantea usted, la educación tiene que ser revolucionaria?
M.G.: La educación no sólo instruye y transmite conocimientos, sino que reproduce o transforma una determinada manera de ver el mundo. Por eso educar no es una profesión técnica, sino un compromiso ético, social y político que interviene sobre las formas de dominación de cada tiempo, legitimándolas o cambiándolas. En el segundo caso, hablamos de una educación revolucionaria, aunque en ese momento histórico no sé esté dando ninguna revolución visible.
LA RUEDA SUELTA: ¿Cómo le habría gustado a usted ser educada?
M.G.: He tenido la suerte de haber sido educada, como niña y mujer joven, en el respeto a la persona, en la exigencia intelectual y en el compromiso social. Pero la educación no se detiene nunca, siempre estamos siendo educados y estamos hoy en una sociedad que invita al miedo, a la competición y el desaliento. Intento combatir estas tendencias rodeándome de gente y de proyectos que no pierdan el sentido de lo común y hagan, desde ahí, nuevos aprendizajes.
LA RUEDA SUELTA: ¿Qué tan importante es el «saber no saber»?
M.G.: El conocimiento no se acumula contra la ignorancia. Todo verdadero conocimiento implica descubrir una relación entre lo que sabemos y lo que no sabemos. La vieja máxima socrática, “sólo sé que no sé nada”, no era una expresión de falsa humildad sino precisamente una dimensión del conocimiento. Actualmente, cuando la incertidumbre parece ser una de las dimensiones más permanentes de nuestro tiempo, aún es más importante y más actual recordarla, para que lo que no sabemos no se convierta en una amenaza ni alimente los miedo reactivos.
El saber es precisamente esa conciencia de que lo que conocemos tiene límites.
LA RUEDA SUELTA: ¿Quién puede resultar más frustrado hoy, ¿el educador o el educado?
M.G.: Pienso que hoy en el sistema educativo se comparte demasiada frustración que a menudo se convierte en un conflicto entre unos y otros, en resentimiento y en acusaciones. Por eso es importante la alianza de los aprendices, hacer de la educación una actividad de aprecio mutuo en el que aprender unos de otros y unos con otros sea la base del compromiso educativo.
LA RUEDA SUELTA: ¿De verdad cree que alguien educado, es alguien libre?
M.G.: Nadie es libre, pero la educación puede ser una actividad emancipadora si ayuda a ver las dominaciones que nos atraviesan y nos da herramientas para transformarlas. Entonces podemos decir que la educación libera o emancipa, pero no al individuo, sino a nuestras relaciones.
Portada del libro, editado por Galaxia Gutenberg
LA RUEDA SUELTA: ¿Por qué dice que el actual sistema nos lleva a ignorar todo lo que no sabemos?
M.G.: Vivimos en una sociedad del conocimiento que produce mucha ignorancia. Nos satura de información, de planes de estudio, de actualidad mediática, de conocimientos disponibles en la red… pero al mismo tiempo produce confusión para que no nos orientemos en ella y tengamos que movernos de manera acrítica, reactiva, según conveniencia o apariencia de cuál nos parece la mejor opinión. Frente a esta situación, hace falta más pensamiento crítico.
LA RUEDA SUELTA: No la noto muy a favor de las especializaciones. ¿Por qué?
M.G.: La especialización es necesaria. El problema es el conocimiento especializado que se desconecta de los problemas comunes y no los comprende ni puede dialogar con ellos. Tenemos grandes especialistas incapaces de entender en qué mundo viven y cómo tratar con sus entornos de vida. Esto es muy grave. Necesitamos una especialización conectada con una buena base educativa y con una capacidad crítica compartida.
LA RUEDA SUELTA: ¿Qué es el saber?
M.G.: El saber es precisamente esa conciencia de que lo que conocemos tiene límites.
LA RUEDA SUELTA: ¿Qué es la imaginación y la creatividad en el saber?
M.G.: Si el conocimiento tiene límites es porque no hay ningún objeto de conocimiento que se baste a sí mismo ni ninguna ciencia estable que lo pueda explicar todo definitivamente. Por eso mismo, el saber es una invitación a seguir imaginando y creando nuevas nociones, percepciones y representaciones del mundo y de nosotros mismos.
* Editor y periodista. En Twitter: @joseangelbaez
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