El mexicano Martín Solares es uno de los escritores de historias de crimen más importantes de América Latina. Él seleccionó para LA RUEDA SUELTA algunas novelas negras que marcaron su devenir.
La más reciente novela de Solares es ‘Muerte en el jardín de la luna’, sobre la vida de intelectuales surrealistas en París. Crédito: Juan R. Llaguno
Martín Solares*
Solares las llama “las culpables que tiene bien definidas”, es decir, aquellas novelas negras que, además de influenciarlo, siempre destaca o recomienda por su calidad.
El mexicano, de 50 años, es autor de Los minutos negros (2006), No manden flores (2015), Catorce colmillos (2018) y Muerte en el jardín de la luna (2020).
Y esta es su selección:
1. Pasado negro (o Bufo & Spallanzani), de Rubem Fonseca
La novela policial más descabellada que se haya escrito en este continente. No solo actualiza el género policiaco sino que se divierte con él, lo invita a beber caipirinha y lo lleva de paseo a investigar una historia que incluye zombis y adulterios entre la clase alta de Río de Janeiro. El gran maestro Fonseca es lo mejor que le ha pasado al género policial en los últimos 100 años. Perdérselo sería un crimen.
2. El complot mongol, de Rafael Bernal
La madre de todas las novelas policiales mexicanas. Siguiendo la tradición literaria según la cual los mejores narradores no son del todo inocentes, Rafael Bernal inventó a un guardaespaldas mexicano, acostumbrado a matar, que se ve involucrado en una intriga internacional con agentes de la CIA y la KGB.
Extraordinaria aventura verbal, que se parece mucho a una noche de parranda en algún bar del centro, bebiendo tequila de tiempos de la Revolución mexicana, y escuchando a una mesa de distancia la confesión de un tipo muy rudo.
Nota: En 2019 El complot mongol fue adaptado al cine, sin gran éxito. Su protagonista fue Damian Alcázar (en la imagen que acompaña a la nota en el home).
3. Aguas profundas, de Patricia Highsmith
Esta misteriosa narradora texana tomó las novelas negras que se dedicaban a resolver enigmas de segunda categoría, le dio la vuelta y reinventó el género entero. Al elegir a simpáticos estafadores, peligrosos exconvictos o asesinos involuntarios como protagonistas de sus libros, Highsmith creó novelas en las que cualquiera, hasta el más inocente, e incluso San Pedro, se identificaría con los culpables, se preocuparía por ellos y daría su brazo izquierdo porque salgan libres de toda vicisitud.
Aguas profundas equivale a una inmersión a lomo de ballena en el mar de la culpa, el miedo y la angustia. Una de las novelas que nadie debe ignorar en esta vida negra y criminal.
4. El halcón maltés, La llave de cristal y Cosecha roja, de Dashiell Hammett
Apenas elegí tres, pero Hammett equivale, en el lenguaje de la novela criminal, a describir los colores primarios. Por su enorme calidad literaria podríamos decir que creó algunas de las corrientes policiacas que todos han imitado: historias de detectives quijotescos, desencantados de la vida y empeñados en hacer justicia en una ciudad corrupta; las peleas entre dos grupos de gánsteres provocadas por un agente externo, o las quimeras que policías y delincuentes persiguen por igual, y se revelan tan vanas como la vida.
Y además, sus frases cortas, su oído para el diálogo de personajes tan diferentes como remotos: todo ello desplegado sobre la extrema tensión de sus capítulos, donde los personajes siempre parecen sentarse sobre barriles de pólvora a punto de estallar, y con un toque maestro: nunca conocemos el principio ni el final de cada capítulo, como si hubiéramos llegado tarde y debiéramos salir corriendo de una sucesión de momentos cruciales. Larga vida a Dashiell Hammett.
5. Pandora (Liliana Blum), Perra brava (Orfa Alarcón) y Temporada de huracanes (Fernanda Melchor)
Podría citar a los jóvenes Petros Márkaris, Henning Mankell y Andrea Camilleri, que tanto hicieron por incluir problemas sociales de grandes ciudades europeas en sus estupendas, faraónicas, magníficas novelas negras, y en la invención de tres personajes fundamentales: el irritable comisario griego Kostas Jaritos, el olvidadizo policía sueco Kurt Wallander y el divertidísimo Montalbano de Sicilia. Se necesita un talento fuera de lo común para crear estas sagas, que a todos nos han ayudado a vivir.
Pero de un tiempo a la fecha creo que sería injusto ignorar a las novelistas más jóvenes, que dan de qué hablar cuando hablan del crimen. Con diversos, siempre potentes recursos narrativos, con un punto de vista que supera el masculino tradicional que ya se había vuelto repetitivo, Liliana Blum, Orfa Alarcón y Fernanda Melchor han puesto un nuevo tema en el centro de sus novelas: la impostergable disección del machismo y la cosificación femenina.
Sus tramas, sus personajes e incluso el ritmo de sus novelas realizan un impactante retrato de las ideas criminales que hay en contra de las mujeres en América Latina. Pandora, El monstruo pentápodo y Cara de liebre, en el caso de Blum; Perra brava y Loba, de Alarcón, más Temporada de huracanes, de Melchor, están provocando una verdadera revolución, gozosa por muchos motivos, todos literarios. Un banquete al que nadie debería dejar de asistir.
*En Twitter @martinsolares
De acuerdo con D.Hammet, pero en la misma dinámica me faltan R.Chandler, sobre todo, y también J.M.Cain y P.D.James. La novela negra estadounidense no se entiende sin ellos.
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Sí, falta Raymond Chandler y James McCaine ademas Cornel Woolrich.