Brigitte Bardot, la actriz que la censura quería fuera de las salas y El Minuto de Dios a su lado

Brigitte Bardot fue censurada en Colombia y las señoras de bien pusieron el grito en el cielo cuando se habló de traerla al país. El padre García Herreros la comparó con María Magdalena y, en la literatura, un escritor la imaginó como novia o amante imposible.

Brigitte Bardot recostada sobre una cama, mirando a cámara, en una imagen de los años sesenta.
Símbolo sexual del cine europeo, cuya figura llegó incluso a desatar polémicas religiosas y morales en la Colombia de los años sesenta.

Por José Ángel Báez A

En la Colombia de los años sesenta, antes de que el noticiero central se adueñara de las noches, la fe se administraba en dosis de un minuto. Era un país más pacato, atravesado por el “qué dirán”, la confesión semanal y una idea rígida de la decencia pública. La figura del padre Rafael García Herreros, de sotana pulcra y voz reverencial, aparecía en pantalla para entregar El minuto de Dios, un breve mensaje religioso que, con el tiempo, se convirtió también en plataforma para levantar un barrio, una universidad con varias sedes, obras sociales y campañas de recaudo.

Brigitte Bardot y El Minuto de Dios: la herejía perfecta

Detrás de esa escena fija, sin embargo, había un sacerdote que entendía que para mover dinero y voluntades no bastaban los sermones. Había que saber hacer ruido.

Y Brigitte Bardot era ese ruido. Desde mediados de los años cincuenta se había convertido en símbolo sexual global. Y era en gran medida por Y Dios creó a la mujer, 1956, cuyo título mezclaba el nombre de Dios y la figura femenina. Para una Colombia conservadora, que esa fuera la carta de presentación de la actriz añadía una dosis extra de escándalo al solo hecho de pronunciar su nombre en un contexto religioso.

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Censura, juntas de “clasificación” y el demonio Bardot

En el país, esa imagen de Bardot hizo sufrir a varios. En Sobre cine colombiano y latinoamericano, el crítico Carlos Álvarez recuerda que en los años sesenta la llamada Junta de Censura estaba integrada por señoras de apellidos pesados, notables católicos y representantes del “decoro oficial” . Su misión explícita era “preservar las buenas costumbres católicas” frente a las “costumbres disociadoras” que venían enlatadas desde Europa, como adulterios, divorcios, veranos “ardientes” y cuerpos femeninos demasiado libres.

Mientras la violencia de los westerns y de las películas de gangsters norteamericanos pasaba sin mayor sobresalto, esos comités se dedicaban —dice Álvarez— a la “búsqueda de un seno perdido o de un sexo insinuado”. Seguramente, convencidos de que ahí, en ese centímetro de piel, se jugaba el verdadero peligro para los espectadores.

Carta de un lector en El Tiempo sobre la película «Y Dios creó a la mujer», publicada en 1959.
La carta del lector.

En ese contexto, B.B. se convirtió en blanco privilegiado. Álvarez señala que, al final de los años cincuenta y en los primeros años de la década del sesenta, buena parte de las películas protagonizadas por ella fueron prohibidas en Colombia y que la actriz llegó a ser vista como “el peor demonio” que entraba al país a través de la pantalla.

En otros países del continente, los expedientes de censura llegaron incluso a exigir que se retirara la palabra “Dios” del título para poder exhibir la película. En Colombia, un reclamo de un lector publicado en la sección de cartas de El Tiempo, el 16 de junio de 1959, cuestiona que Y Dios creó a la mujer se autorice “solo para hombres mayores de 21 años” y señala que, con esa fórmula, las mujeres adultas quedan de hecho excluidas de la sala.

El “embeleco” de El banquete del Millón

En 1965, se organizaba el quinto Banquete del millón, cena en la que los más ricos pagan por un plato sencillo para financiar obras sociales. Y García Herreros lanzó la idea que sacudió a la buena sociedad bogotana. Quería que la invitada de honor fuera Brigitte Bardot. El episodio lo cuenta años después el padre Diego Jaramillo. Según su relato, el propio García Herreros comentó en público la invitación y aquello desató “el chillido” de muchas señoras, que consideraban «terrible» la idea de traer a una actriz famosa por sus papeles y “actitudes no muy púdicas”. La simple asociación entre El minuto de Dios, un evento de caridad y la mujer más comentada de Europa bastó para encender la controversia.

El padre Diego Jaramillo recordando la historia de cuando Rafael García Herreros invitó a Brigitte Bardot a El banquete del millón.

Jaramillo recuerda también cómo respondió el padre. Ante las críticas, García Herreros mencionó el ejemplo de Jesús invitando a María Magdalena, una mujer señalada por la moral de su época. Para él, la mesa del Banquete podía incluir también a alguien como Bardot. El propósito era poner su nombre al servicio de una causa social.

Fuego para las buenas costrumbres

La visita nunca se concretó. Un incendio en los estudios de radio cercanos al Bois de Boulogne, en París, sirvió como motivo para que Bardot cancelara. Años después, el padre Diego Jaramillo diría que todo aquello había sido un embeleco. El asunto terminó “por sustracción de materia”. No hubo Bardot en Bogotá, pero el episodio cumplió su función y había puesto contra las cuerdas los límites de las buenas costumbres de la época.

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El fenómeno de la “criatura diabólicamente angelical”

El interés de García Herreros por Brigitte Bardot no surgió de la nada. Dos años antes, en 1963, Colombia ya se había sorprendido al verla en la televisión francesa interpretando el bambuco El cuchipe. Escuchar a B.B. cantar en español “De Chiquinquirá yo vengo…” y verla vestida con elementos de estética andina produjo un efecto extraño. Fue una mezcla de curiosidad, desconcierto y apropiación a distancia.

El escritor Eduardo Caballero Calderón (Siervo sin tierra o El cristo de espaldas), que representaba a Colombia ante la Unesco, dejó un testimonio. En una crónica describió a Bardot como un “fenómeno indiscutible” y la retrató como una “criatura diabólicamente angelical”, de grandes ojos ingenuos, labios carnosos, apariencia de niña buena y una voz apagada de mujer mala. Y agregó: «La B. B. es un fenómeno indiscutible como la bomba atómica o el muro de Berlín oriental o la devaluación del peso o el arte abstracto”.

En esa descripción quedaba condensada la tensión que Bardot provocaba, una figura que combinaba inocencia aparente y deseo explícito. Y que, además, resultaba difícil de encajar en el molde de la respetabilidad de una Colombia goda.

De la pantalla vigilada a la literatura: Bardot en la imaginación colombiana

El 11 de enero de 1965, Brigitte Bardot, cuenta Infobae, hizo una escala técnica en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. Paralizó la terminal durante unos minutos y se habilitó la escalerilla del avión de Varig para que saludara, firmara autógrafos y atendiera a la prensa. Y cuando alguien le pidió que cantara El cuchipe, respondió seca: “Yo no he venido a cantar. Si desean oírlo, compren el disco”. Alcanzó a contarle a un periodista que unos amigos en París le habían enseñado la canción y que sabía tocarla en guitarra.

Brigitte Bardot interpreta El cuchipe, el bambuco que unió Chiquinquirá con Saint-Tropez.


Bardot, pasión intelectual y erótica

El eco de Bardot en Colombia no se quedó en la televisión ni en los corredores eclesiásticos. También llegó a la literatura. El escritor R. H. Moreno Durán contó en una entrevista en Semana que el revuelo alrededor de Bardot (su interpretación de El cuchipe y la polémica por la invitación a El banquete del millón) fue el punto de partida de su cuento El olor de tus depravaciones, uno de los seis relatos del libro El humor de la melancolía (2001).

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En ese relato, Moreno Durán imagina a Jorge Gaitán Durán, poeta y crítico colombiano, fundador de la revista Mito. Supone que, en el viaje que lo lleva de París hacia el destino donde morirá en un accidente aéreo, escribe cartas dirigidas a una amante francesa llamada Brigitte Bardot. La actriz aparece allí como destinataria de una pasión intelectual y erótica que cruza fronteras. Y el relato sugiere un vínculo posible entre aquel universo europeo que ella encarnaba y la sensibilidad de un escritor colombiano.

Este domingo 28 de diciembre de 2025, la noticia de la muerte de la Bardot devuelve a la memoria ese conjunto de episodios. Al cura que quiso sentarla en un banquete benéfico, el bambuco cantado en otro continente, la definición de “criatura diabólicamente angelical” y las cartas imaginarias de un poeta en un cuento.

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