El baile de los salvajes, del ilustrador Martín Ameconi, transforma al rock en las redes sociales con la ayuda de un hombre enmascarado de zorro y de diferentes ilustraciones. Así le da vida a una serie animada que protagonizan, entre otros, Fito Páez, Charly García, Gustavo Cerati y Andrés Calamaro.
Fito Páez proyectó en uno de sus conciertos su aparición en el programa
* Melissa Andrea Betancour León
Entre el mar de videos de la infinita oferta audiovisual que ofrece Instagram, de repente, uno resalta. Un hombre con máscara de zorro camina por un bosque, cada vez más desolado, acompañado de Gustavo Cerati. Charlan acerca de la necesidad de Cerati de “desgranar” todo lo que tiene dentro, de una catarsis musical que lo lleva a las inseguridades de su infancia.
Así son las historias que cuenta Martín Ameconi en El baile de los salvajes. Un carácter poético inunda la escena, que pronto los traslada sobre un caballo galopante entre nubes y rascacielos, y que muestra a Cerati contado bajo la pluma de Ameconi.
El nombre del proyecto hace referencia a una antigua mascarada francesa del siglo XIV: el Bal des Sauvages.
Su autor creció, como muchos, rodeado del rock que, desde inicios de la década de los ochenta, comenzó a conquistar la escena musical latinoamericana. Vio, desde su natal Argentina, un género que “fue creciendo por un efecto contagio”. Presenció la diáspora que se extendió en Latinoamérica y entre cuyos principales referentes estaban Charly García, Los Prisioneros y Gustavo Cerati.
Así, Ameconi, un músico enamorado del rock, muchos años después y durante la pandemia, creó El baile de los salvajes. El proyecto fusiona dos de sus grandes pasiones, la música y la ilustración, y da vida a escenas que retratan a algunas de las figuras más importantes del género.
Un proyecto ‘rockero’ de raíz
En 1988, Luis Alberto Spinetta afirmaba que la liberación es “una seducción en la que el cuerpo solo hace de antena”. Esa misma libertad que buscaba el género hace treinta y cuatro años fue la que llevó a Ameconi a dibujar a Salva –un hombre con máscara de zorro– para protagonizar una serie de videos que transitan la ficcionalidad otorgada por la animación de Martín, y los trozos de entrevistas y canciones que toma como referencia.
Gustavo Cerati y el enmascarado, en un bosque
Sin embargo, la inspiración presente en El baile de los salvajes no es únicamente fruto de lo que toma del rock. El nombre del proyecto hace referencia a una antigua mascarada francesa del siglo XIV: el Bal des Sauvages. “Me gustó como sonaba y lo tomé. Al principio iba a ser solamente el nombre de [un] disco pero después terminó siendo el nombre de todo el proyecto”, le dice a LA RUEDA SUELTA.
La teatralidad del Bal des Sauvages está también en El baile de los salvajes y, concretamente, en la representación de Salva. La máscara utilizada por el personaje brinda a Ameconi múltiples posibilidades narrativas a través de una perspectiva que, a sus ojos, privilegia al discurso frente a su relator.
“La idea de la máscara viene de algo que dice Bob Dylan en el último documental que hizo Scorsese sobre la gira ‘Rolling Thunder Revue’. Decía que alguien con una máscara te va a decir la verdad”, comenta. Así, Salva se convierte en el intérprete de su creador, se transforma en su alter ego y participa activamente en una dinámica que resignifica, a través de un lente multidisciplinario, a íconos del rock and roll.
El baile de los salvajes, entre la ficción y la realidad
La línea entre ficción y realidad se desdibuja en El baile de los salvajes y materializa un carácter literario que su autor resume en una frase: “a mí no me interesa si sucedió o no, me interesa que las historias me lleguen desde algún lado, que me toquen una fibra”. La mascarada que protagoniza Salva se convierte en un estímulo para contar buenas historias que mezclan narrativas y, además, articulan un lenguaje visual y sonoro.
‘El oído de Charly’, el capítulo dedicado a Charly García.
Lo relevante de El baile de los salvajes no está únicamente en qué se cuenta, sino en cómo se hace. Cada historia adquiere sentido desde su valor literario y su capacidad de conmover. Ameconi destaca el carácter intangible de la realidad en cada video y lo transporta a un universo en el que la historicidad de los hechos no prevalece ante su estética narrativa. La emoción profunda y contemplativa, y privilegiar el sentir sobre el saber son la gran revolución de su creación.
Cada episodio dictamina, desde lo que cuenta, sus necesidades técnicas en una variación de complejidades que resalta al ojo del espectador. “No tengo un aprendizaje formal, así que voy probando mucho, me equivoco y lo vuelvo a hacer. Pero uso todo lo que puedo, desde animación cuadro a cuadro y animación por símbolos, hasta rotoscopia”, afirma. Ameconi ha logrado consolidar un proyecto que encarna las virtudes más apreciadas del rock: la disrupción, la innovación y el inconformismo.
No solo rock argentino, también hubo espacio para Patti Smith
Pero, a pesar del éxito en redes sociales que llevó a El baile de los salvajes a diversos rincones del mundo, la argentinidad está siempre latente en la pluma de Martín porque, tal y como destaca, “es casi mágico pensar que Charly García, Spinetta, Fito, Calamaro, Cerati y muchísimos otros sean de un mismo país”. Con colaboración con artistas como Fito Páez –el cual abrió uno de sus conciertos con sus animaciones y puso voz a uno de los más exitosos capítulos del proyecto–, El baile de los salvajes busca crear vínculos íntimos entre el rock y su público con la misma promesa audaz que hacía Leonard Bernstein al hablar de la música: “dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”.
* Literata de la Universidad de los Andes
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