La novela ‘Anoxia’ marca la entrada más visible del escritor Miguel Ángel Hernández en América Latina y profundiza en cómo el arte y la fotografía dialogan con el duelo.

Jose Ángel Báez A. *
Miguel Ángel Hernández —profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, ensayista, narrador y crítico cultural— visitó Colombia en 2023 para presentar su novela Anoxia, publicada por Anagrama. Se trata de su cuarta obra narrativa y, quizá, la más ambiciosa en términos de estructura emocional y poética.
Una visita, una novela y una conversación
Aunque ya ha sido traducido y leído en Francia y Estados Unidos, esta novela marca su irrupción más visible en América Latina. En la FILBo de aquel año fue invitado a varios conversatorios sobre memoria, duelo y narración. Fue allí, en medio de su paso por Bogotá, donde se desarrolló esta conversación con LA RUEDA SUELTA.
Duelo, memoria y simbolismo en Anoxia
Durante la entrevista, el autor reflexiona sobre lo que llama “nostalgia productiva”, el poder de la imagen fotográfica, la muerte como proceso íntimo y colectivo, y el arte como herramienta para transitar el dolor.
En todo esto hay un trasfondo: un duelo personal que inspiró su anterior novela, El dolor de los demás. Pero en Anoxia recoge esas sensaciones desde una perspectiva completamente ficcional. Dolores, su protagonista, es una mujer mayor que vive en un estudio fotográfico en decadencia, mientras atraviesa un vacío emocional y simbólico. El título de la novela no solo alude a la muerte literal de peces en una laguna sin oxígeno, sino también a la imposibilidad de respirar cuando el dolor aún no encuentra palabras.
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La película Los otros (2001) y un cuadro barroco de una niña muerta visto en un museo holandés fueron los detonantes visuales de esta novela profundamente sensorial. Según Hernández, el arte, desde sus orígenes, ha estado vinculado al deseo humano de fijar lo que se pierde.
Una conversación con LA RUEDA SUELTA
Publicar en América Latina, distribuir fuera de España
LA RUEDA SUELTA: ¿Por qué Miguel Ángel Hernández no ha trascendido más allá de Europa? No sé si su obra ha llegado a otros continentes, pero aquí su nombre apenas empieza a sonar.
Miguel Ángel Hernádez: No lo sé, la verdad. Nunca depende de uno. Las editoriales también influyen. Anagrama publica en España, pero llega a Latinoamérica bastante cara por los costos de distribución. Quizá tiene que ver con eso. Aunque publico en España, tampoco he dado un gran salto internacional. Sí se han traducido algunas cosas, en Francia, y recientemente en Estados Unidos. Pero en Latinoamérica cuesta mucho. Es muy difícil.
LA RUEDA SUELTA: Esta es su cuarta novela…
M.A.H.: Sí, es mi cuarta novela. Aunque en realidad he publicado casi 20 libros: ensayos, diarios, cuentos… Pero esto no depende de uno. Uno trata de escribir de la forma más universal posible. Creo que son libros que pueden trascender las fronteras de España, tanto en su circulación como en su imaginario, pero eso depende de muchos factores. Afortunadamente, Anoxia representa una pequeña oportunidad, un granito de arena para salir de ese marco estrictamente nacional y proyectarse hacia otras culturas y sensibilidades.
Fotografía, pérdida y lenguaje visual
LA RUEDA SUELTA: Sé que está en Colombia y promocionando, por decirlo de alguna manera, esta novela. Y muchas cosas me llamaron la atención del libro. ¿Por qué retomar la fotografía análoga—con tono nostálgico— en pleno siglo XXI, y por qué contar la historia desde la fotografía y a través de los muertos?
M.A.H.: Siempre me ha interesado la fotografía, también porque soy historiador del arte. En mi segunda novela, El instante de peligro, ya la protagonista era una fotógrafa artista. En Anoxia, Dolores, su protagonista, es fotógrafa de estudio. Me interesa mucho la nostalgia, pero no como algo que mira solo al pasado, sino como una herramienta productiva. Me pregunto: ¿qué pueden decirnos hoy tecnologías descartadas como la fotografía analógica, el daguerrotipo? ¿Pueden ayudarnos a ver el presente de manera distinta?

LA RUEDA SUELTA: Y mucho más cuando hoy cualquiera puede hacer una foto…
M.A.H.: Sí, hoy estamos saturados de imágenes. Fotografías digitales que muchas veces no significan nada. Se hacen fotos de todo, incluso de una comida. En cambio, la fotografía analógica exige tiempo, espera, hay incertidumbre. Hay que mirar antes de disparar, luego revelar, archivar. Esa demora le da valor a la imagen. Me interesaba rescatar ese uso del tiempo que creo que necesitamos hoy. También porque la fotografía es una herramienta para el duelo. Es una forma de recordar a quienes ya no están. Se dice que morimos dos veces: la primera, físicamente; la segunda, cuando ya nadie nos recuerda. Las imágenes, igual que las palabras, nos dan una segunda vida.
Dolores y el duelo en Anoxia
Una técnica antigua para mirar el presente
LA RUEDA SUELTA: En algún momento de la novela, Dolores evoca a Luis, su esposo muerto. ¿Ese duelo es solo por él o también por la fotografía? Se siente como una despedida de ese oficio, de una forma de ver el mundo. Además, me hizo pensar en un libro como El olvido que seremos. ¿También en su caso hay una experiencia personal detrás?
M.A.H.: Totalmente. De hecho, mi novela anterior, El dolor de los demás, era una novela de duelo en primera persona. Contaba una historia autobiográfica: cuando tenía 18 años, mi mejor amigo asesinó a su hermano y luego se suicidó. Aquello me marcó profundamente y traté de entender cómo se puede hacer el duelo por alguien que ha hecho algo terrible. Cómo recordar a alguien que uno ha amado y que, al mismo tiempo, se volvió un monstruo.
Un lamento por un oficio que muere
LA RUEDA SUELTA: ¿Por qué cambia con ‘Anoxia’?
M.A.H.: Con Anoxia quise alejarme de lo autobiográfico. Dolores no soy yo. Es una mujer de 60 años, viuda, que vive en un pueblo y trabaja en un estudio de fotografía. El duelo sigue siendo central, pero esta vez lo abordo desde la ficción. Por eso está narrada en tercera persona, con estilo indirecto libre. Me interesaba estar dentro y fuera del personaje al mismo tiempo, observar el duelo desde una distancia que me permitiera explorarlo de forma más amplia. Y claro, también hay un duelo por la fotografía. El estudio de Dolores está en ruinas. Su profesión, su vida, su espacio, todo se desmorona. Hay un lamento por el oficio que muere. Pero también un tránsito: del lamento al duelo, de la parálisis a la acción. La fotografía ya no cumple la función que cumplía, pero quizá puede encontrar otra. De eso va también la novela.
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LA RUEDA SUELTA: Hay muchas capas. ¿Cómo definiría el tono? Porque hay algo espectral, algo policial, incluso algo poético. ¿Dónde la ubicaría usted?
M.A.H.: Es una novela de duelo, sin duda. Pero se mueve en varios registros. Lo espectral está presente desde el comienzo. Dolores siente un vacío, una ausencia que podría parecer un fantasma, aunque ella no cree en eso. También hay una especie de investigación: secretos que salen a la luz, una intriga. Pero no es un thriller, no hay ritmo frenético. Es una novela que avanza como lo hace el duelo: lentamente, con momentos de lucidez y otros de sombra. Si tuviera que etiquetarla, diría que es una novela de duelo con elementos espectrales y de misterio.

El significado detrás del título Anoxia
LA RUEDA SUELTA: ¿Y por qué el título ‘Anoxia’? ¿Por qué busca esa imagen de los peces muertos?
M.A.H.: Me gustaba la metáfora de la falta de oxígeno. En la novela, hay un episodio real: una laguna contaminada que provoca la muerte de miles de peces por falta de oxígeno. Eso se llama anoxia. Pero también es una metáfora del estado de Dolores. Ella no puede respirar. El duelo le ha quitado el aire. Y la novela es ese camino, desde la asfixia emocional hasta volver a respirar. En la última página, ella por fin puede llenar sus pulmones. Por eso el título.
LA RUEDA SUELTA: ¿Y cómo influye su formación como historiador del arte en la forma en que escribe?
M.A.H.: Mucho. Me doy cuenta de que muchas escenas están narradas como si fueran cuadros o fotografías. Describo la luz, el encuadre, los detalles, como si estuviera haciendo un análisis visual. En esta novela no incluí imágenes reales, como en otras, porque quería que el lector las imaginara. Pero el trabajo con lo visual está muy presente. El arte es mi filtro para mirar el mundo. Y también para narrarlo.
La película ‘Los otros’ fue clave
LA RUEDA SUELTA: ¿Tuvo alguna imagen concreta que detonara la escritura de esta novela?
M.A.H.: Dos momentos fueron clave. Uno fue cuando vi la película Los otros (2001), de Alejandro Amenábar. Allí aparece un álbum de fotografías post mortem, y eso me impactó. Fue mi primer contacto con esa práctica. Empecé a investigar, a leer, pero no lograba escribir la novela. Probé varias veces, sin éxito. El otro momento fue en un viaje a Holanda. En un museo de Haarlem vi un cuadro barroco de una niña muerta. Algo se activó. Esa imagen me dijo: “ahora sí”. Volví a la habitación del hotel y empecé a escribir. No era la novela tal como quedó, pero fue el comienzo real.
LA RUEDA SUELTA: ¿El arte sirve para mitigar el dolor? ¿Para enfrentar la muerte?
M.A.H.: Sí. El arte nace de dos misterios: la vida y la muerte. Las primeras representaciones humanas están vinculadas a esos dos momentos. Monolitos, enterramientos, dioses de la fertilidad. El arte es una forma de duelo. Fijar lo que se va. Una pintura, una escultura, una foto, son formas de resistencia ante el olvido. Por eso nos rodeamos de imágenes, les rezamos, las conservamos. El arte nos consuela. O, al menos, lo intenta.
LA RUEDA SUELTA: ¿Y la portada? ¿Qué representa esa imagen inquietante?
M.A.H.: Es una foto de la artista Ana Dumitru. Me la propuso la editorial. Me encantó porque no es literal. No es una imagen post mortem. Es una doble exposición, una imagen espectral, y dialoga muy bien con la idea de lo inquieto, de lo que está y no está. Me interesaba que la portada no ilustrara, sino que dialogara con la historia.
Qué deja Anoxia en sus lectores
LA RUEDA SUELTA: Finalmente, ¿qué espera usted que quede en los lectores después de leer ‘Anoxia’?
M.A.H.: Me gustaría que quedara una sensación de posibilidad. Que, incluso desde el dolor más profundo, desde la pérdida, se puede reconstruir algo. No se trata de borrar lo vivido, sino de integrarlo. De convertir la ausencia en algo que acompañe, que dé sentido. Anoxia es oscura, sí, pero creo que también contiene una luz muy íntima. Si el lector logra respirar un poco mejor al final, como lo hace Dolores, entonces el viaje ha valido la pena.
Con esta novela, Miguel Ángel Hernández reafirma su lugar en la narrativa contemporánea con una mirada íntima y visual que hace de Anoxia una obra interesante.
* Periodista y editor
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