En conmemoración del 90 aniversario del nacimiento del escritor Manuel Puig, Seix Barral reeditó su obra completa. Este autor ha dejado un legado literario que ahora, durante la FILBo 2023, está disponible para los que quieran conocer su universo creativo. Suzanne Levine, tal vez quien conoce mejor la obra del argentino, escribió para LA RUEDA SUELTA sobre la importancia de su obra.
Manuel Puig y algunas de sus obras
Suzanne Levine *
Al comienzo de mi biografía literaria del extraordinario Manuel Puig, cité la frase de Ortega y Gasset según la cual la forma de existencia del argentino, a diferencia de la de otras naciones, no es un futurismo genérico de un ideal común, sino que cada persona vive metida en sus ilusiones como si fuesen ya la realidad **. Borges y Puig, de maneras literarias muy diferentes, revelan esta verdad con una brillante lucidez.
Manuel Puig, nacido en Argentina, fue uno de los escritores latinoamericanos más significativos y también uno de los más enigmáticos de la segunda mitad del siglo XX. Su muerte temprana e inesperada a los 56 años, en México, 22 de julio de 1990, no permitió que pudiera experimentar la apoteosis de El beso de la mujer araña convertido en un musical de Broadway que ganó el premio Tony en 1992.
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Aunque esa obra fue su contribución más importante a nivel internacional, su impacto en la cultura española y latinoamericana comenzó a sentirse a fines de los años sesenta cuando aparecieron sus primeros dos libros, La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, que fue un éxito en ventas inmediato.
Vida de película
La imaginación de varios escritores del ‘boom’ fue, por supuesto, estimulada por el cine. Solo hay que pensar, por ejemplo, en La invención de Morel, la obra maestra de Bioy Casares de 1940. Manuel Puig, sin embargo, fue el primer novelista pop de Latinoamérica que reconoció de manera más profunda que ningún otro de sus famosos contemporáneos, como Jorge Luis Borges o Gabriel García Márquez, que el cine era el arte por excelencia del siglo XX.
William Hurt y Raul Julia, en la versión cinematográfica de ‘El beso de la mujer araña’ (1985)
Quizás con la excepción de Guillermo Cabrera Infante (eran amigos cercanos), este hombre gay y tímido integró de manera más radical que cualquier otro escritor de la época la moda, la experiencia y, lo más importante, el impacto de las películas, especialmente las de Hollywood, en la cultura mundial y en la vida cotidiana de las personas.
Por primera vez, un escritor latinoamericano se enfrentaba al mundo, o mejor dicho, al concepto del espectador. El cine, fenómeno europeo pero sobre todo estadounidense, se popularizó en los años 20 y 30; pero gracias a Hollywood, se convirtió en una realidad global común, no solo en las Américas, sino en la mayor parte del mundo.
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A través de su ingenioso y extravagante trabajo con los materiales crudos de la cultura de masas, con el que llevó la literatura peligrosamente al borde del kitsch, Puig exploró de manera más efectiva que ninguno de sus contemporáneos, tanto hombres como mujeres, con compasión y lucidez irónica, el opresivo territorio hispanoamericano de la política de género.
Para recordar a Manuel Puig
Debemos recordar que fue solo después de La traición de Rita Hayworth o Boquitas pintadas que comenzaron a aparecer libros como La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa, o Queremos tanto a Glenda, de Julio Cortázar, por no mencionar su impacto en escritores y cineastas como Pedro Almodóvar, en España, y David Foster Wallace, en Norteamérica, así como en el cine asiático.
Gabriel García Márquez y Manuel Puig, en 1979
El escritor estadounidense Foster Wallace, por ejemplo, reseñado en el New Yorker en 2009, siguió el uso ingenioso de Puig de las notas al pie de página en su obra inacabada (y la más importante) Infinite Jest, porque las notas al pie permitían que el texto principal fuera más accesible, más fácil de leer, al mismo tiempo que permitía un estilo autoral discursivo sin convertirlo en un texto con una narrativa similar a la corriente de Finnegan’s Wake. La imitación de un flujo inmenso de información y de datos por parte de los medios de comunicación fue una premonición de algo que iba a ocurrir, aún con mayor medida, en la vida estadounidense y global quince años después.
Manuel Puig moldeó su ficción de lo improvisado, lo devaluado y, al mismo tiempo, su obra, como la de la mayoría de los escritores de ficción, fue una extensión de él mismo. Él era un escritor que trabajaba como un mimo juguetón pero incisivo, y su obra será recordada, espero, mientras haya espectadores y, por supuesto, lectores.
*Poeta estadounidense, traductora, y teórica y crítica de la traducción.
**Suzanne Jill Levine, Manuel Puig y la mujer araña: su vida y ficciones (NY: FSG, 2000)
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