Según las estadísticas, Rik Van Steenbergen fue el ganador más prolífico en la historia del ciclismo. No corría por gusto, pero sí por dinero. Estuvo envuelto en polémicas en varios momentos de su vida.
Rik Van Steenbergen derrotando a Fausto Coppi, en 1952.
Jacobo Hidalgo *
Imaginen a un ciclista con un ‘armazón’ de 1,90 metros y 83 kilogramos, capaz de dominar los adoquines de las clásicas de Flandes y Roubaix, vencer en la vía Roma de San Remo, y alcanzar la segunda plaza en la general de un Giro.
Una figura maciza que infundía respeto. En el ciclismo reciente sería como el alemán Marcel Kittel; salvo que Kittel, portento en los finales llanos, jamás tuvo la más mínima opción de estar con los mejores en el Poggio, la subida definitiva de la Milán-San Remo. Ni hablar de las montañas del Giro. El ciclista del que hablamos, aparte de esprínter, fue clasicómano, pistero, viajero, contrabandista, apostador, actor… y un adorador del dinero. Hablamos de Rik Van Steenbergen, Rik I (distinción con respecto a Rik Van Looy, Rik II).
La historia de este belga es una mezcla de eventos turbios, dentro y fuera de competición, con victorias remarcables en la leyenda del deporte. Independiente de su reputación, en su extensa carrera (entre 1942 y 1966) obtuvo un gran botín: según la página oficial de la UCI, Van Steenbergen logró 965 victorias, 270 en la ruta y 715 en la pista. En esta última modalidad alcanzó un récord de 40 victorias en eventos de 6 días, competencias de bastante prestigio en sus días. Pero algunos recuentos le dan más de 1.500 triunfos. Ya sea una u otra cifra, estamos ante el ganador más prolífico en la historia del ciclismo.
Algunos podrán aducir que es un palmarés inflado con conquistas en eventos menores. Y en gran parte es cierto, pero hay una razón: Van Steenbergen no buscaba la gloria en el ciclismo de ruta. Su ambición eran los premios monetarios y los contratos jugosos ofrecidos por participar en eventos ciclistas. “¿Correr por gusto? ¡Qué horror! No, de ninguna manera. Corro por ganar dinero. Lo necesito para mi mujer y para mis cinco hijos”, diría durante su única participación en la Vuelta a España, 1956, a la que fue tras recibir 90 mil francos.
Claro y contundente. Rik I participaba de las grandes carreras para recolectar el dinero suficiente y pagar la entrada a carreras kermis, critériums y eventos de pista, donde sumaría una fortuna.
Hay que tener en cuenta que el ciclismo a mediados del siglo XX difería significativamente del actual en términos monetarios: los equipos no tenían la solvencia para ofrecer los jugosos contratos de hoy, y ni hablar de extensiones de cuatro y cinco años. La responsabilidad de un buen sustento económico recaía en el ciclista, que necesitaba espíritu negociador, como el de Van Steenbergen.
“Rik le pedirá tres cosas a los organizadores de cualquier carrera que le esté pagando: la hora de partida de la carrera, la dirección de un buen restaurante, y cuándo recibiría su pago”, Jean Bobet .
Su alma de cazafortunas se retrata en la siguiente historia: se dice que en 1957, en cuestión de 48 horas, Rik recorrió el Congo Belga, Copenhague, París y Lieja participando en eventos de pista. Los ganó todos. Dinero en mano y el pedalista ya tenía listas las maletas para su siguiente destino.
El exciclista, y luego periodista, Jean Bobet diría: “Rik le pedirá tres cosas a los organizadores de cualquier carrera que le esté pagando: la hora de partida de la carrera, la dirección de un buen restaurante, y cuándo recibiría su pago”.
El viajero
La literatura ciclista reseña que Van Steenbergen llegó a viajar 2 millones de kilómetros en su carrera profesional, pero apenas un cuarto sobre su bici. El afán por reunir dinero, incluso, lo trajo a Sudamérica. En 1952, mientras el francés José Beyaert, otro gran aventurero, triunfaba en la segunda Vuelta a Colombia, el belga hacía lo propio en la Vuelta a la Argentina, ganando además cinco etapas.
Rik I en la portada de El Gráfico.
Van Steenbergen vendió caras algunas de sus derrotas, en el sentido más literal de la palabra. O, al menos, eso dicen los rumores, como en el campeonato del mundo de 1946, en Zurich, donde Rik Van Steenbergen se colgó el bronce, o en 1956, cuando perdió de manera extraña la Paris Roubaix con Louison Bobet. Allí, fue cuarto en un grupo de 6 ciclistas, anormal para sus condiciones de rematador.
Se dice que había entrado en conversaciones con sus rivales en los metros finales de la carrera. Razones no le sobraban a un contemporáneo que lo describió como “un ciclista fabuloso con el alma de un mercenario”.
Rik I también sacó ganancias en oficios extradeportivos. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando tenía permiso para entrenar en Suiza, aprovechó para camuflar unos cuantos relojes y luego sacarles ganancia en el mercado negro de Bélgica. Como veremos al final, no sería la única ocasión en la que recurriría a prácticas non santas para ganarse un dinerillo.
“¿Correr por gusto? ¡Qué horror! No, de ninguna manera. Corro por ganar dinero. Lo necesito para mi mujer y para mis cinco hijos”, diría durante su única participación en la Vuelta a España, 1956, a la que fue tras recibir 90 mil francos.
A pesar de todo, la categoría y la clase de Van Steenbergen quedaron demostradas en la mayoría de los grandes eventos en los que participó. Sus tres títulos mundiales en ruta (1948, 1956 y 1957) lo tienen en la cúspide de los ganadores del maillot arcoíris, junto a Alfredo Binda, Eddy Merckx, Óscar Freire y Peter Sagan. Además, se llevó al menos una etapa en cada una de las nueve Grandes Vueltas (Tour, Giro y Vuelta) que disputó, sumando 25 victorias, y vistiendo el maillot de líder en las tres.
Para que le llovieran los contratos era necesario dejar una buena primera impresión. Y Rik era experto. Ganó París Roubaix (1948) y el Tour de Flandes (1944) en su primer intento. Este último lo obtuvo con tan solo 19 años, el ganador más joven de un Monumento (como se le dice a las cinco grandes clásicas del ciclismo) en toda la historia.
Carrera de guerrillas
Por su contextura, Rik I difícilmente se destacaría en las grandes vueltas y, sin embargo, lo hizo en el Giro de 1951, su primer contacto con la ronda itálica. No fue cualquier Giro. Los historiadores de ciclismo Bill & Carol McGann consideran que pudo haber sido la versión con la mejor participación de la historia: Coppi, Bartali, Magni, Kubler, Koblet, Louison Bobet, Briek Schotte, Impanis, Kint. Una generación que acumuló 10 Tours y 12 Giros.
Rik I participaba de las grandes carreras para recolectar el dinero suficiente y pagar la entrada a carreras donde recolectaría una fortuna.
Durante las tres semanas de carrera, Rik Van Steenbergen mantuvo un firme pulso contra Fiorenzo Magni, otro todo terreno pero mejor escalador, y compitiendo de local (no poca cosa si hablamos del Giro en aquellos años).
Rik I: Un ciclista fabuloso con el alma de un mercenario.
¿La táctica del belga? Correr una carrera de guerrillas, al mejor estilo clasicómano, forzando cortes y fugas en los terrenos que le favorecían. De esta forma, Van Steenbergen llegó con la Maglia Rosa hasta la etapa 18, en los Dolomitas, donde un ataque de Coppi, en el ascenso a Costalunga, fracturó al pelotón.
Si bien Magni no pudo seguir en la subida a Il Campionissimo, sí lo logró en el descenso, terreno en el que Rik fue débil. Sería la sentencia final. Cuando el Giro finalizó en Milán, Van Steenbergen ocupó la segunda casilla perdiendo 1 minuto y 46 segundos con Magni, pero delante de Ferdi Kubler y de Fausto Coppi, respectivamente.
En 1952, salió airoso en un duelo frente a una de las mejores versiones de Fausto Coppi. ¿El evento? Paris-Roubaix. Con una serie de ataques repetidos dentro y fuera de los adoquines, Coppi se libró de todas las estrellas en carrera: Bobet, Kubler, Ockers, Schotte, Impanis… excepto de Van Steenbergen, quien sobrevivió a su rueda y le ganó con suficiencia en el velódromo de Roubaix. Hito dentro de los anales de esta carrera, apodada ‘El infierno del norte’. En 1958, ya con 33 años, su fama era eclipsada por un homónimo, Rik Van Looy (conocido como Rik II). Van Steenbergen sintió que su orgullo y su prestigio estaban en juego. Así que se puso en forma, entrenó 1000 kilómetros en una semana, y derrotó sin piedad a Van Looy en la Flecha Valona.
En su honor existe una prueba ciclista, el Memorial Rik Van Steenbergen. Solo las leyendas merecen tal homenaje.
En 1966 se retiró del ciclismo. Parecía tener su futuro asegurado con sus ganancias. Sin embargo, tuvo problemas con las apuestas y lo perdió casi todo. Luego fue a la cárcel por tratar de pasar un paquete sospechoso por la frontera con los Países Bajos. Como si fuera poco, su matrimonio se fue a pique. En 1969 participó en el rodaje de una película para adultos, Pandora. Su vida fue reencauzada al casarse con una pudiente mujer inglesa.
La fama lo persiguió hasta la tumba. A su funeral, en 2003, asistieron las estrellas belgas: Eddy Merckx, Roger de Vlaeminck, Lucien Van Impe, Briek Schotte y, cómo no, Rik Van Looy. En su honor existe una prueba ciclista, el Memorial Rik Van Steenbergen. Solo las leyendas merecen tal homenaje.
* Antropólogo, aficionado al ciclismo. En Twitter: @paleohidalgo
Extraordinario ciclista!
Pingback: Historias del Tour de Francia en tiempos de reglamentos inhumanos - La rueda suelta
Pingback: “Es muy difícil que un ciclista tipo Pantani o Lucho Herrera gane hoy una gran carrera. Pero ojalá aparezca”: Ander Izagirre - La rueda suelta
Pingback: TOUR DE FRANCIA EN TIEMPOS DE REGLAMENTOS INHUMANOS | Ciclo Club Santiago
Pingback: Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey’, el libro que recoge historias, traiciones y alegrías en la carrera de la maglia rosa - La rueda suelta
Pingback: Los otros duelos de ciclistas de un mismo país, más allá de Roglic y Pogacar - La rueda suelta
Pingback: Cuando el cielo se vino abajo: relatos sobre los días más gélidos en la historia del ciclismo - La rueda suelta