Modesty Blaise, la heroína olvidada

Lo que más me gusta de Modesty Blaise es que los hombres con los que se acuesta saben que ella les acabará mandando a la mierda. ¡Desde una fecha tan lejana como 1963, año de su creación!

Modesty Blaise
La gran espía dibujada por Enric Badía Romero.

*Hernán Migoya

Me entusiasma el hecho de que todos sin excepción envidian al ayudante de Modesty, Willie Garvin, pese a que él nunca mantiene ni mantendrá jamás relaciones sexuales con la superagente griega: su camaradería se fundamenta en una fraternidad de tal calibre que esa legión de amantes odia a Willie porque también saben que ellos nunca podrán disfrutar el territorio de íntima complicidad que comparten la heroína y su vasallo.

Modesty practica el amor libre, expresión que ya era un eufemismo en su época del más ajustado “sexo libre”, pero al menos no hace rechinar los dientes como “poliamor” (irónico cómo los autodenominados luchadores contra el orden burgués terminan por adoptar un término aburguesado a más no poder: básicamente para que no les llamen pervertidos).

Lo apasionante del caso de Modesty Blaise es que, así como a menudo los cómics son un medio narrativo mucho más libre y menos constreñido industrialmente que el literario o el cinematográfico, en este caso concreto ocurre lo contrario: pese a haber nacido como personaje de historieta, Modesty alcanza toda su tridimensionalidad en su adaptación al formato novelístico.

En las novelas de esta amazona del siglo XX, su creador ‒el guionista Peter O’Donnell‒ se permite explorar toda una dimensión sexual del personaje que en las tiras de prensa debía limitar a espaldas desnudas en la bañera y comentarios sarcásticos sobre despedidas de amantes a los que intuimos fogosos en las elipsis de cama.

Ella y Willie

Modesty tiene relaciones sexuales de forma consciente en sus novelas. A veces elige a compañeros poco confiables fuera de ella, es decir, no se corta en coleccionar enemigos sexuales. Y a sus amantes, les resulta difícil aceptar su empoderamiento.

Modesty Blaise
Sobre Modesty Blaise hubo una película en 1966. Mónica Vitti, su protagonista

Pero todos sin excepción quisieran desempeñar el papel perenne del único hombre que nunca alcanzará esa categoría de machucante de temporada: el mentado Willie Garvin, su devoto compañero de aventuras.

Garvin, él mismo también hetero promiscuo y físicamente modelado según los rasgos de un joven Michael Caine, fue rescatado por Modesty de una situación apurada en Saigón (¿o era Bangkok?), metrópolis donde peligraba su vida como boxeador de disciplina thai envuelto en tejemanejes de mafias: desde entonces decidió poner fin a sus días de bala perdida y convertirse en el perro fiel de ella, ayudándola tanto en sus primeros años al frente de una organización criminal como posteriormente, cuando Modesty limpia sus antecedentes al colaborar con el Servicio Secreto británico en misiones de alto riesgo.

A pesar de su «redención» temporal como agente de las fuerzas occidentales, Modesty no se asemeja a James Bond en su flexibilidad moral.

Lo de Modesty y Willie no es un amor platónico, porque no hay nota amarga, sólo deleite entre ellos: es una amistad entregada, y eso es lo bonito, lo reivindicable desde nuestra distancia de más de medio siglo en una saga de ficción adulta. El único otro hombre con el que Modesty se rebajará a entablar una relación de igual a igual es un alto cargo de dicho servicio de espionaje, el bondadoso vejestorio ‒ojalá el idioma propusiera de modo natural “bondadorio vejestoso”, que suena mucho más cuqui‒ Sir Gerald Tarrant, quien la acogerá incondicionalmente como un padre.

Su pasado

Modesty Blaise enfrenta su pasado trágico en todo momento, destacando dos hechos cruciales de su biografía: su orfandad como niña superviviente de la II Guerra Mundial, que la obligó a enfrentar peligros y ser sometida a todo tipo de atropellos mientras realizaba un periplo desde Grecia hasta el norte de África y Oriente Medio; y su etapa juvenil como líder de una pandilla de delincuentes en Tánger, transformada en una poderosa banda internacional denominada La Red bajo su talentosa mano.

A pesar de su «redención» temporal como agente de las fuerzas occidentales, Modesty no se asemeja a James Bond en su flexibilidad moral. Bond es mucho más mastuerzo en su dedicación al trabajo, su fidelidad al establishment colonial y la ausencia de cuestionamiento sobre los motivos profundos de su militancia patriótica. Modesty Blaise, en cambio, es casi su opuesto: no solo es una contrapartida femenina, sino también más progresista en su visión del mundo.

Modesty Blaise
Modesty Blaise ha dado para cómics, novelas y película.

Aunque Peter O’Donnell no es tan audaz, filudo y desacomplejado estilísticamente como Ian Fleming, hace muy bien sus deberes. Sus tramas son más veristas y sus amenazas al orden establecido mucho más plausibles que las novelas de 007, como demuestra en su fantástica descripción del ataque coordinado de un comando en el clímax de la novela inaugural. Además, su visión del mundo es progresista y no está sesgada geográficamente como en las novelas del 007.

Más que Bond

Sus villanos también resultan atractivos e interesantes, especialmente Gabriel, el principal, una mente maestra del crimen que parece llevar a cabo sus planes malignos con la serenidad y ligero aburrimiento con que un editor pijo defiende sus novedades del mes. En general, esos malandros persiguen objetivos más prosaicos que la “conquista del mundo libre” u otros absolutos tremendistas del género.

Normalmente, la calidad de una obra no se ve afectada por la progresividad o retrógrado del autor; más bien, las obsesiones del autor son las que influyen, y lo que podría considerarse un defecto en la vida civil puede convertirse en su mayor virtud artística. En este caso, se aprecia mucho la liberalidad de pensamiento del narrador: Modesty y Willie son mucho más abiertos que James Bond en cuanto a la justicia relativa de las causas en las que se ven envueltos.

En muchas ocasiones, la mirada erótica de Modesty adquiere el punto de vista de la propia Modesty, quien «cosifica» sin problemas a sus posibles antagonistas

Su implicación se debe más a una adicción juguetona al riesgo, que Bond también padece pero que no suele reconocer con tanta asiduidad: él mata para salvar al mundo civilizado, claro. En cambio, Modesty y Willie no abrazan ninguna causa o bandera, sino que su honestidad de motivaciones se agradece de entrada. Y desde luego, son mucho más compasivos, sin dejar de ser letales cuando el asunto lo requiere o no les queda otro remedio.

Pero donde realmente se nota la perspectiva de un autor ecuánime y sensible es en la presentación rigurosa de la vida doméstica de Modesty: aunque vive rodeada de hombres que la desean, admiran y tratan de protegerla, ella no necesita protección, y sus andanzas sensuales no son explotadas desde una perspectiva lujuriosa flagrante, ya que O’Donnell cree firmemente en el nudismo como un acto natural. De hecho, Garvin y Blaise a menudo conviven en cueros sin connotación carnal.

Del ‘Pulp’

Así, aunque O’Donnell comparte con Fleming su franqueza erógena, cosa que siempre es de agradecer (porque la alternativa es la pacatería protestante que tan de moda está ahora), no comparte sus fetichismos nacidos de la represión ni el sensacionalismo ante la exhibición epidérmica.

 

Modesty Blaise
A Modesty Blaise la caracterizan las escenas de acción. 

Eso sí, como podéis comprobar más arriba, sus editores yanquis no se cortaron a la hora de sacar rédito visualmente en portada al truco patentado por Modesty de aparecer en toples frente a sus adversarios para aprovechar los segundos de desconcierto rijoso de éstos, antes de pelárselos a tiros: ‘The Nailer’ bautizó a su estratagema, porque «los clava» en su sitio durante unos segundos preciosos… (Las ediciones británicas presentan portadas mucho más austeras, pero también más insulsas y feas, y desde luego menos pulp).

Asimismo, donde Fleming no cesa en poner el ojo y obligar al lector a mirar con intenciones lúbricas exclusivamente centradas en el reclamo del cuerpo femenino, O’Donnell se revela mucho más delicado y sorpresivamente naturalista ¡incluso decididamente bisexual!

Su creador

En muchas ocasiones, la mirada erótica de Modesty adquiere el punto de vista de la propia Modesty, quien «cosifica» sin problemas a sus posibles antagonistas como objeto de placer cuando le conviene. De esta manera, se siente una distribución más equitativa de los enfoques, y apreciamos que lo masculino en nuestra heroína no sea un pretexto para hacerla depositaria del deseo masculino en cada página, ni mucho menos, sino para explorar una psicología hedonista pero consciente de los claroscuros de la vida y su carácter fundamentalmente efímero.

Modesty Blaise
Modesty Blaise, en una de sus novelas

O’Donnell respeta a su personaje hasta el punto de admirarla como un biógrafo a su ídolo retratado. Modesty Blaise no es una heroína creada por una mujer, pero si tenemos en cuenta que O’Donnell también escribió exitosas novelas de romance gótico con pseudónimo femenino, incluyendo algunas con premio literario, será fácil convenir que se trata de un hombre con un talento ambidiestro digno de subrayar. Gracias a él, se impuso una carismática mujer aventurera en un panorama ficcional donde casi todos los grandes mitos de acción se presuponían varones.

La dureza del contenido de los giros argumentales de esta serie merece un punto aparte. Si tienes curiosidad por leer alguno de sus volúmenes, te sugiero que comiences por el segundo, Sabre-Tooth (1966), que es sensiblemente mejor que el primero. Para mí, es el equivalente a un Joseph Conrad pop en un envoltorio de filme duro de los 70 dirigido por un Don Siegel o un Tom Gries.

Olvidada

Eso sí, no recomiendo esta novela para estómagos sensibles, su virulencia nos hace reconsiderar hasta qué punto la buena novela de entretenimiento sabe bastante más de la vida que la novela con ínfulas, que muchas veces se viste para ocultar en lugar de exponer.

En cuanto a las situaciones extremas en las que Modesty Blaise se ve involucrada, solo puedo decir esto: Wonder Woman no se atrevería ni loca a meterse en esos enredos.

Modesty sigue siendo un referente de modernidad ignorado fuera de Gran Bretaña que merecería ser enarbolado como símbolo de la libertad individual.

Y, desde luego, debería relanzarse como icono del cine de acción con el entusiasmo, deferencia y medios que nunca recibió.

* Guionista español de cómic, de cine y escritor. Autor de Nadie nuevo cerca de tí y Todas putas, entre otros libros.

2 comentarios en “Modesty Blaise, la heroína olvidada”

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