Mónica Ojeda y el terror literario: en esta entrevista, la destacada autora ecuatoriana revela las claves detrás de su escritura y su enfoque en el horror, el deseo y la voracidad.
José Ángel Báez A. *
Mónica Ojeda mete miedo. Y sabe dónde encontrarlo para incluirlo en sus historias. Muy evidente en Las voladoras, un libro que reúne ocho cuentos que exploran algunas mitologías de los Andes, cargadas de cierta violencia, la que también aparece en sus novelas La desfiguración Silva, Nefando y Mandíbula, esta última su obra más reconocida tanto por su prosa impactante como por su perturbador contenido.
La escritura de esta ecuatoriana (Guayaquil, 1988) ha sido elogiada y premiada con el Alba Narrativa y también reconocida en la lista Bogotá 39 (2017), que destacó a los mejores escritores latinoamericanos menores de 40 años. Además, Mandíbula fue incluida, en diferentes listas de medios especializados, uno de ellos Babelia, como una de las mejores novelas de 2018.
Ojeda tiene un máster en creación literaria de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Católica de Guayaquil. Una periodista que no ejerció: “Yo estudié periodismo por accidente, porque en Guayaquil no había carrera de literatura y la única posibilidad de hacerlo era estudiar comunicación con mención en literatura”.
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Su preferencia recae en las novelas y en los cuentos, donde ausculta temas complejos como la relación entre el dolor y el placer, así como la búsqueda de la belleza en medio del horror y la violencia. A lo largo de esta entrevista, habla de las metáforas visuales y las emociones universales que aparecen en su obra, y cómo la voracidad y el deseo son temas recurrentes que conectan con sus lectores.
En la pasada Feria del Libro de Bogotá (FILBo), entre el 17 de abril y el 2 de mayo, estuvo presentando Las voladoras, cuentos sobre los que Marta Sanz, crítica literaria en Babelia, dijo: “invitan a taparse los ojos con la mano. Y dan calambre. Hay que atreverse a leer a esta sabia escritora de ambición telúrica”.
LA RUEDA SUELTA: ¿Por qué Mónica Ojeda escribe lo que escribe? ¿Cuál es el origen de todo este mundo suyo de misterio, terror, sangre y de miembros volando?
MÓNICA OJEDA: No, no tengo idea. Siempre me ha interesado el miedo. Y creo que es porque tiene una imaginería muy vinculada al cuerpo, que se rebela de repente, no lo dominas, se vuelve frágil y vulnerable. Esa fragmentación me parece muy fértil en la escritura.
LA RUEDA SUELTA: Al leerla me recuerda a algunas películas de David Cronenberg y su interés por el cuerpo y los órganos… En sus historias también hay órganos que se separan violentamente del cuerpo
M.O.: Claro. Estas imágenes, que pueden ser chocantes, en realidad son metáforas de cosas que nos ocurren. Por ejemplo, como en el cuento Slasher de Las voladoras, una chica quiere cortarle la lengua a su hermana; más que el hecho violento, importa lo que significa quitarle la posibilidad de hablar a alguien. De la iconografía del miedo me interesan sus metáforas.
LA RUEDA SUELTA: ¿Pero de dónde salen tantas imágenes?
M.O.: Todas estas imágenes del cuerpo, fluidos o cabezas que se cortan y ruedan tienen más que una literalidad; encuentran un espacio en la imaginación sentimental y se convierten en una forma de traducir lo intraducible: el pavor que está más allá del lenguaje, como el miedo a enfermar, morir o sufrir daño por parte de vecinos, personas en la calle o de quienes más amamos. Los sentimientos comunes y universales que experimentamos cada día de repente adquieren una forma poética, convirtiéndose en otras imágenes que los hacen más comprensibles.
Mónica Ojeda y el terror literario
LA RUEDA SUELTA: En sus libros menciona mucho a los dientes, la lengua, la mandíbula. ¿Cuál es la razón?
M.O.: La voracidad. Si algo nos hace estar vivos es el deseo y metafóricamente está relacionado con la voracidad, con el hambre. Desear es tener hambre. A mí me inquieta muchísimo la imagen del psiquiatra Jacques Lacan que habla de la mandíbula del cocodrilo: él piensa la maternidad como una cocodrilo que guarda a sus crías dentro de su mandíbula para protegerlas. Es decir, los protegen en un lugar muy peligroso, la fina línea que separa la protección y tragarse a tus hijos.
LA RUEDA SUELTA: Como el Saturno que se come a sus hijos, la obra de Goya…
M.O.: Esa es la cuestión. Hay una representación de los miedos que son existenciales y psicológicos, que están desde el principio de la humanidad y de las sociedades. Entonces, la boca o la mordida tienen que ver con el deseo, con el canibalismo. El amor es canibalístico, deseas comerte a la persona que quieres. Nos lo decimos muchas veces. Se lo dices a los niños pequeños, “quiero comerte a besos”. Allí hay voracidad.
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LA RUEDA SUELTA: ¿Ésa puede ser la razón del éxito de su novela ‘Mandíbula’, de hecho, uno de los libros más vendidos en la FILBo 2023?
M.O.: A veces el éxito de un libro puede ser muy azaroso y no siempre tiene que ver con la calidad. Creo que Mandíbula conectó mucho con una generación interesada en reflexionar sobre la voracidad del mundo de los afectos, sobre el deseo como algo hermoso pero también peligroso y violento. Explora los límites oscuros de las relaciones humanas y eso pudo conectar con mucha gente.
LA RUEDA SUELTA: ¿El amor es voracidad?
M.O.: Pongámoslo en palabras de la filósofa Simone Weil: «Amar es adorar la distancia con la que se ama”.
LA RUEDA SUELTA: ¿Cree que el lector hace las lecturas que usted plantea?
M.O.: Sí, por una simple razón: las imágenes que pongo sobre la mesa no son mías, son del inconsciente colectivo, como diría Jung. Como cuando vemos una serpiente y pensamos en una mujer y en una manzana. Culturalmente, ya tenemos una herencia de imágenes que se ligan y se conectan unas con otras. Me interesan las mitologías, leo mucho a Joseph Campbell y sus estudios de los relatos orales en los orígenes de la humanidad. Quiero saber cómo ciertas imágenes vienen de un pasado y, sin embargo, están vivas hoy.
LA RUEDA SUELTA: ¿Cómo cuál?
M.O.: La misma serpiente, por ejemplo, en otras sociedades representa la resurrección y la sanación, porque cambia de piel. Entonces, esto que acabo de decir no lo invento yo. A mí me gusta incluir estos símbolos en mis libros, claro, no pedagógicamente. Y genial si el lector los detecta. Pero también la historia se cuenta por sí sola. No es necesario saber estas cosas.
LA RUEDA SUELTA: Me ha mencionado a pensadores y psiquiatras, pero muy poco a realizadores, que seguro entran en su obra…
M.O.: Sí, también. Me gustan Lynch y Cronenberg. De hecho, ahora que hablábamos del deseo me interesa muchísimo Crash (1996), basada en la novela de J.G. Ballard, porque es desear aquello a lo que más le temes. Pero si hablo de pensadores es porque el pensamiento me parece creativo y seductor. Para mí no es diferente leer a Jung que a Verne, una película de Lynch frente a un texto de Freud. Me parece que están unidos y que no se pueden tener el uno sin el otro.
LA RUEDA SUELTA: ¿Radicalmente indisolubles?
M.O.: Pero es que no hay creatividad sin ciencia y no hay ciencia sin creatividad. La ciencia necesita creatividad para acercarse al entendimiento del mundo. Los científicos son muy creativos. El nicaragüense Ernesto Cardenal, uno de mis padres fundadores, escribía poemas basados en física cuántica y en su libro Canto cósmico habla de cómo surge el universo, lo mezcla con pensamientos religiosos y la cultura popular. Y te das cuenta leyéndolo que todo es lo mismo, que no hay un poema más grande que haber descubierto o generado la teoría del Big Bang.
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LA RUEDA SUELTA: ¿Le interesó alguna vez la crónica roja?
M.O.: Soy guayaquileña, no necesito leer crónica roja, basta con haber vivido allí. Guayaquil es una ciudad muy violenta. No es que haya tenido una atracción fatal por el terror o por la crónica roja, es que así ha sido mi vida. Lo he visto, lo he vivido y he tenido miedo de que le pase algo a mí o a mis familiares. Y esto, obvio, termina permeando mi escritura.
LA RUEDA SUELTA: ¿Cómo entra lo de gótico andino en su obra?
M.O.: Solamente en Las voladoras, el libro de cuentos publicado con Páginas de espuma, que es pensado desde toda la imaginería de los Andes y toda su tradición oral frente al miedo. Y no hay nada en ellos que no esté sucediendo en este momento. Hay cuentos que ocurren en entornos rurales, pero también en ciudades, sobre amigas, novios, parejas, es decir, temas muy contemporáneos. Las historias apelan a la forma de entender el miedo relacionada con la geografía andina, con las montañas, los cóndores y los volcanes. Los miedos son geográficos. El miedo en Londres no es igual al miedo en Andalucía. Cada población, cada lugar, tiene miedo según su propia historia.
LA RUEDA SUELTA: Alguien decía que el terror está en la atmósfera
M.O.: Lovecraft. Pero llegué aquí porque me interesó mucho el Horror folk, me encanta El hombre de mimbre (1973), que además inspira Midsommar (2019), de Ari Aster. Y como me interesa la mitología y los relatos orales tradicionales, que están llenos de horror, decidí explorar esa imaginería en mi escritura. Y les sumé la cultura popular, televisiva, cinematográfica y literaria, los cómics, entre ellos.
LA RUEDA SUELTA: Mariana Enriquez y Samanta Schweblin, entre otras escritoras latinoamericanas, también escriben historias de terror. ¿Qué tan cerca está de ellas?
M.O.: Nuestras obras tienen imaginerías y temáticas muy diferentes. Cada una trabaja desde una perspectiva personal y única. Mi escritura, por ejemplo, no sigue la estructura clásica de una novela de terror, aunque pueda causar miedo en algunos momentos.
LA RUEDA SUELTA: ¿Más cerca a la violencia?
M.O.: Yo utilizo elementos del género de terror que no es igual a escribir historias de terror como hace Mariana Enriquez. Sí la violencia, por supuesto, la que genera una sensación de miedo.
LA RUEDA SUELTA: ¿Qué le interesa escribir como mujer y sobre las mujeres?
M.O.: Soy feminista. Me interesa el feminismo del Sur Global, los feminismos comunitarios y antirracistas. A la hora de escribir trabajo con experiencias de cuerpos femeninos, explorando sus emociones y relaciones con el mundo. A veces, mis personajes femeninos son capaces de cosas maravillosas y otras veces de cosas terribles. Es algo que trabajo completamente en mi escritura. Pero es importante separar mi posición política en la vida real de lo que hago en la literatura. Cuando escribo, no estoy generando una defensa de mis ideas, simplemente estoy explorando la vida de mis personajes.
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LA RUEDA SUELTA: ¿Dónde podemos ver a esa Mónica Ojeda política?
M.O.: Si yo estoy en una mesa y alguien me pregunta algo, claramente aparecen mis ideas muy, muy bien puestas, sobre cómo creo que las cosas deberían ser, lo que deberíamos defender. Sin duda alguna soy feminista, soy antirracista, soy antipatriarcal, vivo en España y trabajo desde una perspectiva anticolonial porque sé lo que significa migrar. Sé lo que pasa con los extranjeros en España, sometidos a una serie de abusos. Yo misma estuve sin papeles tres años en situaciones tétricas. Lo peor, hay gente que las tiene peores que las mías.
LA RUEDA SUELTA: ¿A qué se refiere con tétricas?
M.O.: A no tener papeles. No puedes trabajar porque no te contratan si no los tienes, por lo tanto estás en indefensión absoluta. Si consigues algún trabajo, te pagan por debajo de la mesa, no puedes cotizar, y si no cotizas, no tienes sanidad; no puedes salir del país, porque si sales, ya no te dejan entrar. Hay una serie de derechos, que son humanos, que desaparecen si no tienes documentos en un país.
LA RUEDA SUELTA: ¿Por qué cree que en Colombia hay poco de ese género gótico, a diferencia de Ecuador, si igual tenemos mitologías?
M.O.: En Colombia ha habido exploración de la violencia y el miedo en la literatura, pero no desde el género de terror. Se ha abordado a través de otros tipos de novelas. Puede ser que los autores prefieran enfrentar el miedo desde una perspectiva más realista o en otros géneros literarios.Ya hay una exploración profunda de este tema en la literatura colombiana.
LA RUEDA SUELTA: Su próxima novela se sitúa también en la zona andina de Ecuador, siguiendo la línea de ‘Las voladoras’.
M.O.: Sí, mi próxima novela está ubicada en la zona andina de Ecuador, pero no tiene relación directa con Las voladoras. Comienza en un festival de música experimental junto a un volcán. Es una historia que sigue una línea similar a mis cuentos, pero es una novela independiente de esas historias.
* Editor y periodista. En twitter: @joseangelbaez
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