Cinco discos de rock en directo que deberíamos oír (y saber sus historias)

Tito Lesende, periodista y escritor español, publicó el año pasado ‘Los 100 mejores discos de rock en directo’, un libro que además repasa etapas, estilos y movimientos. El autor escogió para LA RUEDA SUELTA cinco casos representativos y sus increíbles historias.

El autor es un reconocido melómano español. Crédito: Cris Andina. 

Tito Lesende *

Tradicionalmente hemos prestado una atención insuficiente a los discos en vivo. Incluso los melómanos más acreditados los han considerado obras de compromiso y, sin embargo, muchos de esos álbumes han marcado a generaciones enteras.

Durante varias décadas del siglo XX, cuando no había YouTube (ni siquiera internet), los álbumes de rock directo eran la vía más habitual para averiguar cómo sonaba un artista en concierto. Por eso creo que ahora, que ya no son tan necesarios, merecen un homenaje.

A continuación me referiré a cinco elepés recogidos en el libro “Los 100 mejores discos de rock en directo” (Ed. Efe Eme). No son necesariamente los cinco mejores, sino un puñado que considero representativo.

1. JAMES BROWN: LIVE AT THE APOLLO (1962)

Los álbumes en concierto eran todavía infrecuentes a comienzos de la década de los 60. Por eso, cuando James Brown (1933-2006) propuso a King Records la grabación de uno de sus recitales para la edición de un disco, el director del sello lo mandó al carajo. Según la perspectiva de la época, todo eran desventajas: se trataba de canciones que el público ya conocía, que no iban a sonar mejor que en sus versiones de estudio y que, para colmo, podrían restar afluencia a conciertos futuros del artista. Porque, claro, si tienes su actuación en el tocadiscos de tu casa, ¿para qué pagar una entrada? Pero James Brown confiaba tanto en la idea que, incluso siendo tan tacaño como era, lo pagó de su bolsillo. El tiempo le dio la razón: ninguna de sus grabaciones en estudio conseguiría reproducir el fuego de este elepé.

2. JOHNNY CASH: AT FOLSOM PRISON (1968)

Este disco histórico fue grabado en la cárcel californiana de Folsom. Marshall Grant, el bajista de Cash, metió una pistola en prisión. Solían hacer bromas con el arma en su espectáculo, y no se le ocurrió que quizá no fuese apropiado en aquel recinto. Asombrosamente, nadie los registró a la entrada, y por eso tampoco les requisaron las dos buenas pelotas de hachís que llevaba encima su fotógrafo oficial. La pistola fue entregada antes del concierto; de la droga nunca llegaron a separarse. El clímax llegó con la interpretación del tema Greystone Chapel, obra del recluso Glen Sherley, allí presente. Con el tiempo, Johnny Cash sacó al autor de prisión, se lo llevó de gira y apadrinó su boda, pero nada consiguió encauzarlo. En 1978 se voló la tapa de los sesos y Cash pagó su funeral.

3. THE WHO: LIVE AT LEEDS (1970)

El 15 de febrero de 1970, el cuarteto inglés ofreció en la Universidad de Hull un gran concierto. Pete Townshend, el líder, no había tomado ni una copa aquella noche: su objetivo era grabar un disco en directo, así que querían estar concentrados. La sensación al terminar era de euforia. Sin embargo, al escuchar las cintas, descubrieron que el bajo no se había registrado. Ante semejante drama, tuvieron que recurrir a la grabación del recital anterior, en la Universidad de Leeds, al que habían concurrido con mentalidad de ensayo. La encontraron trufada de molestos clics, se cagaron en todo lo que coleaba y, finalmente, decidieron publicar lo que pudieron salvar: seis canciones (tres de ellas, versiones). Les quedó un sabor amargo. Pero esos 38 minutos de rock asalvajado conforman uno de los discos esenciales del rock en vivo, que en 2020 cumplió medio siglo.

4. KISS: ALIVE! (1975)

El sello Casablanca firmó al cuarteto neoyorquino Kiss, unos tipos desconocidos que se pintaban y tocaban disfrazados. Publicaron tres elepés, pero la cosa no funcionó; la discográfica iba en picado y habían empezado a pagar sueldos con la línea de crédito de un casino en Las Vegas. El millonario Alive! les salvó la vida a todos y convirtió a Kiss en un fenómeno del marketing (ahí comenzó un imperio que lo mismo vende tebeos como estuches de maquillaje o ataúdes). Considerado uno de los discos básicos de rock duro en vivo, este trabajo es en realidad un fake: fue regrabado casi íntegramente en un estudio. Pendientes de los fuegos y las coreografías, los Kiss cometieron tantos errores que de la actuación original quedó la batería y poco más. No importa: el resultado final se parece más a un concierto de Kiss que los propios Kiss.

5. QUEEN: LIVE AT WEMBLEY 86 (1986)

Tratamos aquí con un disco grabado a mediados de los ochenta, cuando las giras de grandes artistas habían consolidado su negocio como experiencia masiva. En el verano de 1986, Queen se había convertido en una máquina de éxitos en concierto. Y así, como un fabuloso karaoke, afrontó su comparecencia en el estadio de Wembley (Londres) el 12 de julio. Por supuesto, Freddie Mercury es el punto caliente del evento y tiene al público en la palma de su mano. Meses después le sería diagnosticado sida. Aquella gira había sido la última. El cantante no podía saberlo a ciencia cierta, a pesar de lo que dice la película Bohemian Rhapsody, porque la enfermedad no le sería confirmada hasta 1987. Freddie murió el 24 de noviembre de 1991 y Live at Wembley ’86 se publicó en mayo de 1992 como uno de tantos artefactos para exprimir el mito. Este homenaje póstumo vendió millones en el mundo.

*Autor también de ‘ El disco de los Beatles que revolucionó el rock’ y ‘Pasado imperfecto: Conversaciones con M-Clan’. En Twitter: @titolesende

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