“Cuando creces, tu corazón muere”: 40 años con ‘El club de los cinco’

El club de los cinco‘ cumple 40 años y sigue diciendo verdades sobre la adolescencia. Una película que no envejece porque nunca fue solo una moda.

Escena final de El club de los cinco con John Bender alzando el puño
Judd Nelson en el final de ‘El club de los cinco’, el puño arriba y suena ‘Don’t You (Forget About Me)’.

Por AL PACINE *

Una película que no envejece

Cuando John Bender (Judd Nelson) alza el puño y se congela la imagen, no es una pose. Es un eco. Ese gesto, acompañado por la voz de Simple Minds, se volvió postal de los ochenta. Pero El club de los cinco nunca fue solo eso. Bajo el disfraz de una comedia juvenil, escondía un retrato crudo de la adolescencia: los silencios, las máscaras, la presión. Cuarenta años después, no ha perdido su filo.

En los ochenta, las salas estaban copadas por dos corrientes: la comedia sexual ligera (Porky’s, Los nerds, Fast Times at Ridgemont High, con Sean Penn y Jennifer Jason Leigh —película que en Colombia apenas se proyectó y hoy pocos recuerdan cómo se llamó—), y el terror sangriento donde los adolescentes eran carne de slasher. En ese paisaje saturado de clichés, El club de los cinco eligió lo mínimo: cinco estudiantes castigados un sábado, una biblioteca, y la decisión de hablar. Sin risas.

Escuchar antes que adornar

John Hughes, su director,  no inventó la angustia adolescente. Lo que hizo fue escucharla. En lugar del chiste fácil o el grito de horror, propuso silencio. Y en ese silencio, el miedo a fallar, a decepcionar, a no encajar. Uno por uno, los personajes se quiebran. Andrew Clark (Emilio Estévez), el atleta, cuenta cómo su padre lo empuja a humillar al débil. Brian Johnson (Anthony Michael Hall), el ‘ñoño’, confiesa que quiso suicidarse porque sacó una nota baja. Claire Standish (Molly Ringwald), la princesa, admite que todo lo que tiene no llena el vacío. Allison Reynolds (Ally Sheedy), la rara, lanza una frase que atraviesa la película, lacera: “Cuando creces, tu corazón muere”.

La frase no fue un golpe de guion. Fue un balde de agua. Como también lo fue ese momento en que Andrew pregunta: “¿Seremos como nuestros padres?”. O cuando Bender, tras arreglar una puerta, le dice al director: “Los tornillos se caen todo el tiempo. El mundo es un lugar imperfecto”. Era cine que no pedía aplausos. Pedía escucha.

El club de los cinco: de polémica a ritual

En su estreno, la crítica se dividió. Unos celebraron su autenticidad. Otros, como Boston Globe, la tildaron de artificial, de teatral. También se señaló su falta de diversidad. Cinco rostros blancos en una escuela pública. Pero incluso entre las fallas, la película encontró algo inusual: verdad. La emoción no venía de la música ni del montaje. Venía de la vergüenza, del llanto contenido, de la pregunta sin respuesta: “¿Seguirán siendo amigos el lunes?”.

Personajes principales de El club de los cinco posando frente a un tablero verde en la escuela.
De izquierda a derecha: Judd Nelson es John Bender, el rebelde; Ally Sheedy, Allison Reynolds, la rara; Emilio Estevez, Andrew Clark, el atleta; Molly Ringwald, Claire Standish, la princesa; y Anthony Michael Hall, Brian Johnson, el ‘ñoño’.

Con los años, la cinta se volvió ritual. En casas, colegios, universidades. En sesiones de nostalgia. Pero también en espacios donde el cine se usa para hablar de salud mental, de presión escolar, de lo difícil que es crecer. Frases como “¿Quieres saber qué hice para entrar aquí? Nada. No tenía nada mejor que hacer” o “Todos somos bastante raros. Algunos simplemente lo ocultamos mejor, eso es todo” dejaron de ser líneas de guion y se convirtieron en espejos.

Relecturas necesarias

Molly Ringwald, recientemente, no le quitó el valor a la película, pero sí la revisó con otros ojos. Reconoció que algunas escenas ya no se sostienen. Lo que antes era una mirada intensa hoy se lee como acoso. Lo que era un gesto de rebeldía, ahora es una invasión. El cine no cambia, pero el contexto sí. Y El club de los cinco ha sobrevivido porque permite esa relectura.

Hoy, los adolescentes se mueven en pantallas. Buscan validación en likes y en vistas. Construyen su identidad en fragmentos que desaparecen en 24 horas. Ver a cinco jóvenes sin distracciones, hablando durante un sábado entero, suena improbable. Pero por eso duele y conmueve. Porque lo que dicen aún se siente. Porque sus miedos siguen estando ahí, solo que con otros nombres.

El club de los cinco rompió con los clichés juveniles

En 1985, la presión era por un promedio; hoy, por un ranking global. El silencio familiar de entonces se ha vuelto un algoritmo que no responde. Y ese deseo de encajar ahora se transforma en miedo a no viralizar. Cambian las formas, no el fondo.

Rencuentro del elenco de El club de los cinco en su 40 aniversario
El reencuentro: los actores reviven la atmósfera escolar de Shermer High, cuatro décadas después.

El club de los cinco entendió algo que muchas películas olvidan: no hay nada más político que un adolescente hablando en serio. Por eso, pese a su tiempo y sus errores, sigue viva. Porque no hablaba solo de una generación. Hablaba de ese punto ciego que todos atravesamos alguna vez: la sala donde dejamos de fingir.Quizá nunca se sepa si esos cinco regresaron como amigos el lunes. Esa pregunta sin respuesta forma parte de la magia: cada espectador, al cerrar la función, completa la historia con su propia experiencia. Y así, en 2025, esta película demuestra que, pese a los años y a las modas cambiantes, la adolescencia sigue marcada por las mismas preguntas: la incertidumbre, la soledad y el deseo de ser escuchado no saben de tiempos.

* Cinéfilo endeudado. En X @juanazuero3

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