“Cuando creces, tu corazón muere”: 40 años con ‘El club de los cinco’

El club de los cinco‘ cumple 40 años y sigue diciendo verdades sobre la adolescencia. Una película que no envejece porque nunca fue solo una moda.

Escena final de El club de los cinco con John Bender alzando el puño
Judd Nelson en el final de ‘El club de los cinco’, el puño arriba y suena ‘Don’t You (Forget About Me)’.

Por AL PACINE *

Una película que no envejece

En algún momento, crecer se volvió sinónimo de rendirse. No ante los sueños, sino ante la posibilidad de sentirlos con la misma intensidad de antes. John Bender lo sabía. O, al menos, lo encarnó. Ese gesto —el puño alzado, la música de Simple Minds, el plano congelado— se volvió un ícono. Pero no fue una postal de victoria. Fue una súplica. Un eco.

El club de los cinco, a cuatro décadas de su estreno, sigue diciéndonos verdades sin alzar la voz. Su director, John Hughes, no quería héroes ni villanos. Solo jóvenes encerrados un sábado, en una biblioteca, obligados a hablar. Es decir, a desnudarse. Lo que parecía una comedia más del montón escondía una brutalidad silenciosa: lo difícil que es vivir en la adolescencia sin tener con quién hablar de verdad.

Escuchar antes que adornar

En los años ochenta, el cine juvenil oscilaba entre dos extremos: la comedia sexual burda y el horror sangriento. En una orilla estaban películas como Porky’s (1981)La venganza de los nerds (1984) o Fast Times at Ridgemont High (1982), donde un joven Sean Penn interpretaba a un surfista desastroso mientras Jennifer Jason Leigh exploraba su despertar sexual. En la otra, el slasher convertía a los adolescentes en picadillo: Viernes 13Pesadilla en Elm StreetProm Night. Entre tetas, sangre y clichés, El club de los cinco hizo lo impensable: encerró a cinco estudiantes castigados en una biblioteca. Y los puso a hablar sin gritos, sin risas fáciles. Solo silencio y confesión.

Porque ahí, en esa pausa sin música, cabía el llanto, la vergüenza, la soledad. Andrew, el atleta, llorando porque humilló a otro por mandato paterno. Brian, el ‘ñoño’, confesando que quiso suicidarse por una mala nota. Claire, la princesa, admitiendo que el privilegio no llena el vacío. Y Allison, la rara, diciendo lo que nadie se atrevía a decir: “Cuando creces, tu corazón muere”.

El club de los cinco: de polémica a ritual

No fue una película que buscara el aplauso. Quería que la escucháramos. Que miráramos esos gestos torpes, las miradas evitadas, las máscaras cayendo de a poco. Que nos preguntáramos, como ellos: “¿Seremos como nuestros padres?” o cuando Bender le dice al director: “Los tornillos se caen todo el tiempo. El mundo es un lugar imperfecto.” Esa última pregunta todavía duele. Y tal vez por eso la película sigue viva: porque no responde. Deja espacio para que cada quien complete su historia.

Personajes principales de El club de los cinco posando frente a un tablero verde en la escuela.
De izquierda a derecha: Judd Nelson es John Bender, el rebelde; Ally Sheedy, Allison Reynolds, la rara; Emilio Estevez, Andrew Clark, el atleta; Molly Ringwald, Claire Standish, la princesa; y Anthony Michael Hall, Brian Johnson, el ‘ñoño’.

Con el tiempo, El club de los cinco pasó de polémica a ritual. Se ve en colegios, universidades, clínicas, talleres de escritura. No como un clásico de culto, sino como una herramienta para hablar de salud mental, presión social, miedo. Frases como “¿Quieres saber qué hice para entrar aquí? Nada. No tenía nada mejor que hacer” o Todos somos bastante raros. Algunos simplemente lo ocultamos mejor, eso es todo” dejaron de ser diálogo para convertirse en espejos.

Relecturas necesarias

En su estreno, dividió opiniones. Aunque fue elogiada por su honestidad emocional, también recibió críticas por su estilo algo teatral y la falta de diversidad en el reparto. Incluso The Hollywood Reporter, treinta años después, publicó un comentario señalando que, pese a su importancia generacional, la película sigue sintiéndose “tediosa e impredecible” y que su estructura limitada a una sola sala le da un tono casi teatral. (Puedes leer la crítica completa aquí).

Molly Ringwald —quien interpretó a Claire Standish— ha reflexionado en años recientes sobre su experiencia en El club de los cinco. En un ensayo publicado en The New Yorker el 6 de abril de 2018, titulado “What About ‘The Breakfast Club’?”, contó que volvió a ver la película con su hija y quedó incómoda. No por lo que su hija pudiera pensar, sino por lo que ella misma sintió al mirarla con ojos adultos:

“Me preocupaba que a ella le pareciera perturbadora, pero no anticipé que la que terminaría más perturbada sería yo”.

En especial, le incomodó la escena donde Bender, escondido debajo del escritorio, mira la ropa interior de Claire. Lo que en los ochenta parecía humor o tensión romántica, hoy puede leerse como acoso. Ringwald no niega el valor de la película, pero admite que ciertas escenas no han envejecido bien, y que es necesario revisarlas a la luz de los cambios culturales y del movimiento #MeToo.

El club de los cinco rompió con los clichés juveniles

Hoy los adolescentes viven en pantallas. Construyen su identidad en pedacitos que se borran cada 24 horas. Quieren pertenecer, pero sin mostrarse. Quieren decir lo que sienten, pero solo si no se nota. Por eso duele más ver a cinco muchachos hablando durante un sábado entero. Porque es improbable. Porque ya no pasa. Y porque, al verlos, algo en uno también quiere hablar.

Rencuentro del elenco de El club de los cinco en su 40 aniversario
El reencuentro: los actores reviven la atmósfera escolar de Shermer High, cuatro décadas después.

En 1985, el miedo era a no pasar de año. En 2025, es a no viralizar. A no cumplir el algoritmo. Pero el fondo no cambia: seguimos deseando lo mismo. Ser vistos. Ser escuchados. Y no tener que fingir todo el tiempo.

El club de los cinco no es solo una película de los ochenta. Es un lugar. Una sala donde, por un momento, dejamos de actuar. Una historia sin final cerrado, donde cada espectador responde como puede: rabia o ternura.

Porque crecer, a veces, es volver a sentarse ahí. A recordar quiénes fuimos cuando todavía creíamos que decir la verdad era posible.

* Cinéfilo endeudado. En X @juanazuero3

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