El pequeño polideportivo que la estrella del fútbol Radamel Falcao García ayudó a financiar e inauguró en 2015, en Nueva Venecia, uno de los pueblos palafíticos de la Ciénaga de Santa Marta, hoy se cae a pedazos. Sus habitantes no saben a quién reclamarle o pedirle que lo salven.
La tronera más pequeña de las que hay en la cancha, ante el deterioro de las paredes.
José Fernando Hoyos E. *
La cancha de fútbol de Nueva Venecia sorprenderá a quienes lleguen a este ancestral pueblo palafítico, de casas elevadas entre las aguas de la Ciénaga Grande de Santa Marta. Es una de las pocas construidas en Colombia y, probablemente, de Latinoamérica, en medio de un inmenso acuífero de 730 kilómetros cuadrados. Lo otro asombroso: tiene tres porterías…
Esta será la imagen, a primera vista, para quienes atraviesan las aguas lagunares desde Ciénaga o Sitio Nuevo hasta Nueva Venecia que, junto a Bellavista, son la cara visible de los ‘hombres-hicoteas’, como definió el sociólogo Orlando Fals Borda a estos hombres, mujeres (perro, gatos, marranos…) que pasan la mayor parte de sus vidas en medio de las aguas.
En cierta medida son hijos perdidos, olvidados de Moisés, cuyos ancestros abandonaron hace más de siglo y medio los pueblos ribereños del río Magdalena para buscar una mejor pesca en las aguas salubres y multicolores de la Ciénaga de Pajaral, que con otras 15 ciénagas y caños hacen parte de la Ciénaga Grande de Santa Marta (de unos 4.280 kilómetros cuadrados), cada vez más cercada y seca por los monocultivos de plátano, banano, la ganadería y la desecación de sus afluentes y sus crecientes orillas.
Allí empezaron a alzar sus viviendas, a partir de troncos y grandes palos de mangle y otras maderas. Tras décadas pudieron ver cómo moldearon un suelo firme con la acumulación de las conchas de caracoles, que hacían parte de la dieta diaria de la creciente población que hoy llega a 2.800 personas, distribuidas en 379 casas.
“Creo que con la cancha se equivocaron en el diseño. Un día vinieron unos ingenieros y de una empezaron a trabajar, no le preguntaron a nadie y utilizaron malos materiales”, Gabriel Moreno, líder de Nueva Venecia,
El fragmento más grande del inusual piso sirve de atrio a la pequeña iglesia de paredes amarillo y bermellón, que abre sus puertas de madera los 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, patrona del pueblo, para bautizar, casar y confirmar.
En los pilares de la capilla reposan 37 piedras, pintadas de blanco y con una cruz negra, como memoria y recuerdo del mismo número de pescadores asesinados el 21 de noviembre de 2000: 12 de ellos fueron tendidos en el suelo para acribillarlos. Una de las tantas miserables masacres ejecutadas por los paramilitares en el Caribe, aparentemente para librar a esta región de las otras barbaries de los grupos guerrilleros y bandas criminales.
En total, son 37 piedras en homenaje de las mismas personas que asesinaron los paramilitares en la masacre, 12 de ellos en el atrio de la iglesia. Ni siquiera aparece el nombre de los muertos. Foto: José Fernando Hoyos.
Ni siquiera este pueblo de ‘hombres-hicoteas’, aislados y abandonados en medio de una de las ciénagas más grandes de Latinoamérica, escapó de tanta violencia…La institucionalidad colombiana aparece en las tablas que hacen de paredes en las casas: avisos publicitarios pintados en llamativos colores, y que invitan a votar al Senado de la República por Eduardo Pulgar, hoy detenido por intentar sobornar a un juez.
Agustín Lara, uno de los guías que, de vez en cuando trae turistas a estos poblados, dice al llegar a Nueva Venecia, que los mayores tienen dos grandes oficios para pasar sus días: pescar y tener niños. Y al desembarcar en el salón comunal, un tablado cubierto de unos 250 metros cuadrados, los menores aparecen por todas partes.
De espaldas a la realidad
Algunas de las casas que hacen parte del poblado de Nueva Venecia. Foto: José Fernando Hoyos.
Dentro de los tantos programas, iniciativas, acciones que las agencias internacionales de cooperación y el propio gobierno se ‘cranean’ en cómodas oficinas alejadas de la realidad, “marica, para sacar a las personas de la miseria y construir un símbolo que marque un cambio, que permita construir proyectos productivos dignos”, se propuso izar una cancha de fútbol en Nueva Venecia. “¡¡¡Espectacular!!!, marica. Qué tal güevón, que allí salga un nuevo crack de fútbol, como el Pibe Valderrama o Carlos Vives…”.
La iniciativa tuvo acogida, al punto que Radamel Falcao García estuvo en este pueblo el 13 de julio de 2013 (https://www.unodc.org/colombia/es/press/visitafalcaocienaga.html), en compañía de Bo Mathiasen, representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito – (UNODC) en Colombia y unos cuantos ‘lagartos’ foráneos.
En medio de un día casi como el de la Virgen del Carmen, les anunciaron que el pueblo tendría un polideportivo y un centro de acopio de pescado. Según dice el registro de la propia agencia de la ONU, un representante de la empresa Hublot fue convencido por el propio jugador y se comprometió a donar 100.000 dólares para la cancha.
El 24 de noviembre de 2015, Falcao regresó con su padre (Radamel García) y otras leyendas del fútbol para inaugurar el terreno de juego que costó 655 millones de pesos y que, desde el aire, parece un hermoso helipuerto o una mini plataforma petrolera.
Radamel Falcao García, el «Tigre».
Cinco años después, este polideportivo pareciera hecho como muchos de los programas ideados por los técnicos y expertos de la cooperación internacional, o parte de la contratación pública: de espaldas a la comunidad, su historia y sus realidades. El cimiento del complejo son unas gigantescas columnas de acero que sostienen una base del mismo metal, sobre la que fundieron una plancha de concreto. No solo construyeron una cancha de futbol, sino una múltiple, para que sirviera de parque, cancha de baloncesto y voleibol, y un nuevo centro de encuentro. Los muros los hicieron con unas molduras de PVC y cemento. Y, para que las pelotas no se fueran a las aguas, la acordonaron con mallas.
La obra y su inauguración fue todo un acontecimiento, difusión en todos los medios, hubo programas de radio y televisión, visitas y toda una estrategia mediática. Hasta el entonces ministro de Justicia, Yesid Reyes, autoproclamado gestor del proyecto, estuvo en el partido inaugural como director técnico (sic), según los registros de prensa.
Cuando las cámaras y el foco de la cooperación se desplazaron hacia otras víctimas necesitadas de ser resarcidas por el Estado y la cooperación internacional, cuyos operadores por lo general cobran altas comisiones por administrar los recursos, la cancha empezó a deteriorarse. Según una comisión de la Gobernación y Coldeportes, que visitó la zona en abril de 2019, faltaba mantenimiento y había daños por las condiciones climáticas propias de esta zona…. Las mismas que debieron preveer a la hora de diseñar y construir, pero acompañados por la comunidad, que habría dicho cómo la querían y cómo la podían hacer.
Las paredes se han ido cayendo a pedacitos, al punto que el al lado del arco norte hay una tronera que desde lejos hace las veces de un segundo arco. Una cancha con tres porterías y creciendo…
Según la comisión técnica, liderada por la entonces directora de fomento regional de Coldeportes, Diana Bretón, es una prioridad hacer una “reconstrucción del cerramiento, las graderías, modificar la cancha a sintética y un techo para que se pueda usar no solo en horas de la tarde” (https://seguimiento.co/magdalena/coldeportes-y-gobernacion-remodelaran-cancha-donada-por-falcao-nueva-venecia-24391).
En otras palabras, la cancha quedó mal hecha, necesita más plata y debe ser arreglada y terminada para que sea uno de los atractivos de los turistas que, en ese entonces, iban a embarcarse en los muelles y paradores turísticos que se estaban construyendo en Ciénaga y Nueva Venecia. Hoy, la realidad es otra: el muelle principal, construido al borde de la vía entre Santa Marta y Barranquilla, es un elefante blanco que costó 10.000 millones de pesos. Y, como para variar, la plata no alcanzó para hacer el muelle en Nueva Venecia. Solo para unos embarcaderos flotantes muy parecidos a los que hay en las mansiones de Miami.
“Falcao, te robaron la plata”
La cancha se deteriora cada vez más, ante las condiciones climáticas del lugar. Foto: José Fernando Hoyos.
Los esperados turistas que llegan a Nueva Venecia no tienen cómo subir a la cancha que donó Falcao, las escaleras se desvanecieron. Solo quedan dos guías de acero oxidado sobre las que hay que hacer equilibrio y rezar para no caer a las aguas. Entre la iglesia y la cancha, los niños y jóvenes esperan a los visitantes, algunos para pedirles plata o para que les compren un balón que vale 12.000 pesos.
El deterioro del escenario sigue y los anuncios que hicieron en 2019 Coldeportes y la Gobernación se quedaron en palabras. Por ahora, los niños y jóvenes corren tras una pelota durante el día en una explanada de madera, cubierta con techo, para resguardarse del sol canicular. Y es así mientras llega la noche, para poder jugar en la plataforma de concreto, cada vez más ajada por el violento sol y el clima.
Las paredes se han ido cayendo a pedacitos, al punto que el al lado del arco norte hay una tronera que desde lejos hace las veces de un segundo arco. Una cancha con tres porterías y creciendo, pues al lado del portero deben hacerse otros para tapar el hueco lateral… “Quien bote la bola al agua, tiene que ir por ella”, dice Luis Mario Ayala, un joven que ayuda a su padre a pescar y trata de ser un guía. Al preguntarle por la cancha, solo dice: “ ‘Falcao’, te robaron la plata de la cancha”. Nunca llegó el césped artificial ni el techo ni otras cosas que nos prometieron”.
Gabriel Moreno, un líder de Nueva Venecia, tiene un balance de lo que pasa con la cancha y el caserío. “Creo que con la cancha se equivocaron en el diseño. Un día vinieron unos ingenieros y de una empezaron a trabajar, no le preguntaron a nadie y utilizaron malos materiales. Por eso está como está”.
Falcao no tiene la culpa y probablemente también lo engañaron en su buena fe. Y como es claro, la cancha que donó necesitará de más visitas o estudios de funcionarios y ‘técnicos’, que de un político que quiera ‘brillar’ o de un organismo u operador internacional que vea una oportunidad para decorar sus informes y balances.
A unos 20 minutos de Nueva Venecia, en lancha a motor —porque a remo es un poco más de una hora— está Bellavista, otro pueblo palafítico, donde viven 700 personas en 147 casas. Allí, la comunidad se unió y pudo reunir la plata para construir su propia cancha de fútbol. El marco lo hicieron con troncos de madera, que rellenaron con arena que trajeron de tierra firme.
Se llama el ‘Metropolipalo’, que a pesar de las subidas del agua que lo borran en invierno, sigue firme, como las primeras casas que se construyeron hace casi un siglo. Todo un éxito de cooperación y trabajo comunal. En Nueva Venecia muchos quisieran tener un campo de juego así.
La cancha, en últimas, se lleva la atención de la dura realidad en la que viven los habitantes. Según Moreno, “no tenemos agua potable ni saneamiento básico. No tenemos un puesto de salud ni un médico permanente, solo uno que viene tres horas a la semana. En cuanto a la educación, la infraestructura del colegio está en mal estado y faltan profesores. También hay problemas con la luz eléctrica porque no le hacen mantenimiento. Aún estamos en el olvido”.
*Periodista e historiador. Fue editor de Semana, jefe de redacción de Dinero y periodista de El Tiempo, entre otros. En Twitter: @joseferhoyos
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